Perdona si te llamo Junio

Perdona, si no quiero decir tu nombre, perdona si es que no recuerdo como te llamabas. Perdona, si tan siquiera quiero acordarme. Perdona si te llamo Junio, porque eres como el verano. (O porque nos conocimos en este mes). Perdona si te llamo Junio porque tu pelo me recuerda a los primeros rallos de sol, de esos que son capaces de derretir las capas de hielo más resistentes, como tú que derrites corazones, o porque tus ojos tienen el color del mar en calma. Porque tu sonrisa es cálida, como la arena de la playa.
Perdona si te llamo junio porque los atardeceres me ponen romántica, porque ya conocí muchas primaveras y me dejaron helada. Porque los inviernos y los otoños me han pasado factura. Perdona si te llamo Junio, y perdona que no te haya escrito hasta ahora que el mes de tu nombre ya se va... Perdona que haya dejado las cosas para el último día, pero me resulta difícil reconocer que me has ganado con tres palabras y una sonrisa.
Perdona si te llamo Junio, y perdona si abuso de tu desconfianza, pero ahora que el calor ha llegado, tengo que deshacerme de tanta ropa de abrigo, no sé si lo pillas.


[No] voy a caer

Te esfuerzas en decirme que no me quieres, en apuñalarme, en decirme que debería largarme de tu vida, darte con la puerta en las narices y desaparecer. Dices que no me necesitas, que todo era mentira, que debería encontrar a alguien que me valore por quién soy. Y cuando al fin lo encuentro, cuando una persona, se atreve a conocerme, cuando por fin alguien se interesa por mí. (Por lo que queda de mí). Vuelves. Vuelves de mala gana, con la cara larga, con los puños apretados y reprochándome. No me quieres, y no dejas que me quieran. Lo di todo por hacerte feliz, luché por algo que estaba acabado, tratando de encender las cenizas de un fuego que jamás terminó de prender. Y tú, soplaste y soplaste. Derribaste los muros del nuevo hogar que trataba de construirme, igual que el lobo del cuento aquel. 
No llegué a ser tuya, porque no me quisiste. Fui el último bombón de la caja, y me tiraste después del primer bocado. Alguien me encontró y decidió darme una segunda oportunidad, y ahora vuelves. Y quieres morderme de nuevo. No porque te guste mi sabor, sólo lo haces por hacerme daño.

Maldito seas tú, y maldita yo que me dejo morder.



Que quizá me equivoque

Hoy toca hablar de tus virtudes y tus defectos. De mis recaídas. De la droga de tus labios. Hoy toca hablar de lo mucho que me niego a sentir algo por ti. De lo mucho que en realidad siento. Y de cuanto lamento hacerlo. Hoy toca hablar de los miedos. De lo que somos, o mejor de lo que no somos, de lo que esperamos ser en un futuro. Nada. Polvo. Cenizas. Hoy toca hablar de las canciones que me recuerdan a ti y de los poemas que podría haberte escrito. Hoy toca hablar del frío de tus manos. Del color de tus ojos. Del brillo de una estrella. La única del cielo, aquella última noche. Hoy toca hablar de deportes de riesgo. De enamorarse a primera vista.
Hoy toca hablar de tus sonrisas. De las perlas del mar. De las playas de Málaga al amanecer. ¿Del conflicto de competencia?. Hoy toca hablar de las eternidades efímeras, que se acaban antes de empezar. De los para siempre y los hasta nunca. Del sonido triste de los pájaros enjaulados en pequeñas celdas de oro.
Hoy toca hablar de mi miedo a perderte. De las noches en vela. De las lágrimas sinceras. Hoy no toca hablar de ella, porque no pinta nada aquí.
Hoy toca hablar de un tú, de un yo. De la fecha de caducidad. Hoy toca hablar de poner las cartas sobre la mesa. De cerrar las puertas. Hoy toca hablar de aviones que despegan, de viajes con ida, pero sin vuelta. 
Hoy no toca decirte que te quiero, porque en realidad no lo hago.

Hoy toca hablar de las despedidas, pero lo dejaremos para mañana.

¿Me besarás con esa obra de arte?

Bésame los sentimientos, arráncame su colonia de la piel. Quiéreme de lunes a viernes y deja los fines de semana para quererme un poquito más. Planta en el jardín trasero de mi marchito corazón las rosas rojas que él, me trajo, y ayúdame a sacarme las espinas que me clavó en lo más profundo del alma.
Desayúname con diamantes, o almuérzame, céname si te apetece más. Merendémonos juntos. Llámame por mi nombre, que ya fui princesa una vez y no me gustó.
Recondúceme a la senda de lo correcto, que me perdí en sus ojos. No es sacarme un clavo, es desatornillarme un armario empotrado de recuerdos y sentimientos. Amuéblame el corazón que se me quedó vacío. Que me robó hasta el marco de las puertas, hasta el papel de las paredes.
Dame un par de capas de pintura, y hagamos una hoguera juntos en la noche de San Juan, para quemar sus cartas, para tirar sus fotos, para convertir en ceniza lo que nunca llegó a ser fuego.
Recógeme los pedazos. Enséñame a sonreír que él me provocó amnesia de felicidad. Recuérdame como se siente uno cuando las cosas van bien. Evita que vuelva a buscarlo.
Impídeme salir a recuperar lo que un día me hizo tanto daño, no me dejes sufrir otra sobredosis de su no-amor. Ciérrame las puertas. Átame a la cama. Cura mis heridas. Cicatrizame los recuerdos.
Renuévame (las ilusiones). Re-hazme (el amor). Regálame (una vida a tu lado.

Quiero haber nacido para ti,
que tú jamás me harás daño.

No más aterrizajes de emergencia en tu sofá

Con tantas turbulencias quiero bajar.

-Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...-Repetía, mientras con mucho cuidado y delicadeza deshojaba una triste margarita - Me quiere... - Dice cuando arranca el último pétalo y las lágrimas empiezan a dejar surcos en sus mejillas. Arroja el tallo al suelo y lo pisa con rabia. - ¡QUE SABRÁN LAS FLORES DEL AMOR! - Y rompe a llorar.
No habían sido días fáciles. Días felices en los que se comen perdices. Habían sido días de turbulencias, de comida precocinada de avión de las líneas low cost. Se perdió en un cielo abierto que se fue nublando a medida que sus decisiones la llevaban rumbo al ojo del huracán. Pero no se dio cuenta hasta que los cimientos de su vida empezaron a desmoronarse. Y ahora ya no sabe si ha hecho bien, si lo que al principio le pareció una genialidad es, a segunda vista, una locura tremenda. Creyó poder conquistarlo. Y ahora cree que lo ha perdido.
Y ya no quedan margaritas en el jardín, que las ha deshojado todas. Y ya no le quedan armas para seguir, primera batalla, primera derrota. 

Suerte que la guerra, aún no ha acabado.


Tus infiernos

Hoy toca hablar de tus infiernos y mis cielos;

Con billete de ida y vuelta a tus infiernos. Rodeados de fuego que arde, pero no quema. Encontré mi cielo en la tierra (en tu cama) y eso me condenó a ser esclava de tus miradas, de tus sonrisas.
Pero el tiempo se acaba, y yo no creo en las despedidas. Lo nuestro fue algo rápido. Fugaz. Como una estrella. Concediste mi deseo, o más bien lo creaste. Primero me hiciste desearte, quererte, necesitarte. Y ahora que todo va bien, que me he acomodado en tus infiernos, ahora que las llamas siguen encendidas, porque el fuego no se ha apagado. Me voy.
Sin ningún motivo, sin despedirme.
Cojo lo poco que me queda, y salgo de puntillas, porque no quiero mirarte a los ojos y decirte que esto se acaba, porque no tengo valor para ir más lejos, ni ganas de pasar mi vida en tus infiernos. Porque tengo miedo de verte sonreír y que eso confunda mis sentimientos.
Aunque arde el deseo, la cabeza siempre fría. Y aunque ha sido divertido equivocarme contigo, no voy a seguir tentando a mi suerte, que demasiado bien me ha salido la jugada.
Espero no tener que llorarte, que no me entre en el ojo lo que pudo haber sido, espero no echar de menos el calor de nuestra primavera juntos. Espero encontrar a alguien que sea capaz de sacarme la sonrisa tonta, y espero que no sea como tú. Que no quiero dos iguales.
Porque aunque tus mentiras me han hecho cuasi-feliz, durante un breve para siempre que creí eterno, ya no quiero eso más. Basta de tus infiernos y mentiras, quiero cielos y verdades.
Contigo y ya sin ti, cierro una etapa de mi vida. Acabo un capítulo de mi libro, que aunque ha sido de lo más divertido no quiero volver a releer.

Hasta nunca
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