Por Todos los Buenos Momentos.
Personaje que puede controlar el
tiempo, que cada vez que viaja al pasado pierde un recuerdo.
Mi nombre es Noah, cuando era
niño, mi padre siempre me decía que yo estaba destinado a cargar
con el don de la familia, me resultaba peculiar que hablase de
“cargar”, como si fuese una maldición, algo que tendría que
soportar, y que a la vez lo llamase “don”. Pero yo solo tenía
siete años, y mi padre siempre fue un tipo raro desde mi punto de
vista, y el del resto de mi familia.
Cuando mi madre murió, empecé
a entender cual era exactamente eso “don” del que hablaba mi
padre, yo podía controlar el tiempo, podía viajar atrás en él.
Así que pasaba la mayor parte de mi tiempo, regresando con mi madre,
una y otra, y otra vez. Pero claro, eso no era tan sencillo.
Cada vez que regresaba a esos
“tiempos mejores”, en los que mi madre me abraza, y me arropaba
cada noche, perdía un recuerdo. Una vez, estuve a punto de olvidar a
mi padre, que murió a los siete años, de olvidarme a mi mismo, fue
entonces cuando me prometí a mi mismo, que no volvería a pasar. Que
era el momento de pasar página.
Yo tenía diecinueve años, y
allí estaba ella. Cara, era la chica más preciosa que había visto
nunca. Con su pelo largo, como hilos de oro, sus ojos claros como el
cielo a primera hora de la mañana. Se convirtió en mi vida,
pasábamos horas y horas juntos. Era mi único motivo para levantarme
de la cama desde el accidente que se había llevado a mi padre... y
era lo único que soñaba cuando me iba a la cama.
La convertí en mi mundo, y eso
acabó por agobiarla, ahora que lo pienso es normal; cada vez que
salía con sus amigas, yo me quedaba en casa, como un cachorro
abandonado, me hacía un ovillo en la cama, y me quedaba esperándola,
miraba el móvil, por si me hablaba, y me quedaba en silencio mirando
al techo, esperando oír la cerradura, para salir a su encuentro nada
más llegar.
El día que me dejó, sentí de
nuevo ese dolor tan familiar de las pérdidas, primero mamá, luego
papá, y ahora Cara. Ahí comenzó mi momento de autodestrucción,
todo había acabado para mí. Ya no quería ser Noah. Retrocedí en
el tiempo, tanto como pude; mamá y papá me llevaban a la playa, la
primera cita con Cara, mi sexto cumpleaños en Disney World, el
primer beso, nuestra primera noche juntos.
Por primera vez, me atreví a ir
más allá, llegue al 25 de Mayo de 1986, la boda de mamá y papá,
eran tan jóvenes, estaban tan guapos, y yo aún no había nacido.
Veía sus rostros, alegres, eternos, sus ojos brillaban tanto, que
podrían haber eclipsado el firmamento. Entonces empecé a marearme,
algo no iba bien. Salí de la iglesias con muchos esfuerzos, un sudor
frío me bajaba desde la frente hasta la nuca, ¿Qué me estaba
pasando? Por más que intentaba respirar, cada vez parecía más
difícil, el pecho me ardía.
Caminaba con dificultad, por las
calles, pedía ayuda, pero la gente parecía no verme. Me agarré a
una farola, y me miré a duras penas en un escaparate; estaba
encorvado hacia delante, me temblaba el cuerpo, mi cara parecía
estar adoptando una forma poco humana. Me incorporé y traté de
cruzar la calle, oí un claxon sonar muy cerca. El autobús estaba
demasiado cerca.
… … …
¡Está abriendo los ojos! -
Chico, chico, ¿Me oyes?
… mmm … ¿Dónde estoy?
En el hospital, has tenido un
accidente, pero ya estás fuera de peligro, soy el doctor Arnold, no
llevabas documentación encima, y no hemos podido contactar con
nadie, ¿Cómo te llamas?
Mi nombre es... Mi... Mi
nombre... Mi nombre es...
El doctor, y las dos enfermeras
se intercambiaron una mirada compasiva, mientras yo hacía esfuerzos
inhumanos por tratar de recordar quién era, pero por mucho que
buscaba en las entrañas de mi mente, solo encontraba vacío. Vacío
y la palabra “Autobús”.
Pero no creo que ese fuera mi
nombre.