Perdona, si no quiero decir tu nombre, perdona si es que no recuerdo como te llamabas. Perdona, si tan siquiera quiero acordarme. Perdona si te llamo Junio, porque eres como el verano. (O porque nos conocimos en este mes). Perdona si te llamo Junio porque tu pelo me recuerda a los primeros rallos de sol, de esos que son capaces de derretir las capas de hielo más resistentes, como tú que derrites corazones, o porque tus ojos tienen el color del mar en calma. Porque tu sonrisa es cálida, como la arena de la playa.
Perdona si te llamo junio porque los atardeceres me ponen romántica, porque ya conocí muchas primaveras y me dejaron helada. Porque los inviernos y los otoños me han pasado factura. Perdona si te llamo Junio, y perdona que no te haya escrito hasta ahora que el mes de tu nombre ya se va... Perdona que haya dejado las cosas para el último día, pero me resulta difícil reconocer que me has ganado con tres palabras y una sonrisa.
Perdona si te llamo Junio, y perdona si abuso de tu desconfianza, pero ahora que el calor ha llegado, tengo que deshacerme de tanta ropa de abrigo, no sé si lo pillas.