Y ojalá y que la lluvia me ahogue entre sus charcos, para no pensar en ti.
El café de sus ojos empezaba a enfriarse, los meses seguían pasando, y cada día se clavaba en su pecho. Punzadas de un recuerdo que se negaba a desanclarse del puerto de su maltrecho corazón. Afuera las hojas de los árboles empezaban a desprenderse, cubriendo el suelo con un manto de un color similar a los de aquellos ojos que siempre le arrancaban algún que otro suspiro. Seguía pensándolo, cada pequeño detalle, como una chispa solía bastar para prender la mecha de esa bomba que solía llevar pegada al pecho, al corazón, pero por suerte, la intensidad de sus recuerdos iba remitiendo.
Trataba de mantenerse ocupada para no caer en la tentación de releer antiguas conversaciones, de mirar las viejas fotografías. De acariciar la pantalla de su teléfono y debatirse entre pulsar la tecla de llamada o dejar pasar otro día.
Poco a poco su rostro iba perdiendo nitidez, se volvía un recuerdo vago, del que a duras penas quería desprenderse, aunque se obligara a ello. Las cartas que nunca le envió, por miedo, por pudor, por orgullo, eran lo único que le quedaba a parte de las memorias que juntos habían tejido. Era consciente de que agua pasada no mueve molinos, aunque ello no lo hace menos doloroso. Poco a poco se iba haciendo a la idea de dormir sola y de abrazar huecos vacíos en la cama al despertar.
Los terrores nocturnos se hicieron llevaderos porque los prefería a lidiar con una realidad que resultaba mucho más aterradora que los sueños que la acechaban.
Por fin se decidió a borrar su número de teléfono, aunque no significaba mucho ya que se lo sabía de memoria. Al final no le quedaría más remedio que pasar página, aunque se resignaba a pensar que él siempre estaría en la siguiente.
Estaba tan cansada de luchar contra sí misma que acabó por convencerse de que habían sido sus ojos, como pozos sin fondo, los que, de alguna manera, habían absorbido su fuerza de voluntad. La habían hechizado a traición.
Aunque algunas noches podía oír como lo lloraba, tratando de hacer el menor ruido posible, sus sollozos ahogados la delataban, aunque parecían confesar que ya estaba un poco mejor. Quizá solo necesitaba algo más de tiempo, o una dosis de amor del bueno.
Muy lindo! Vaya que incentiva la tristeza que tengo ahora pero me gustó jajaja
ResponderEliminarComo dicen muchos, el tiempo lo cura todo, es el remedio que nunca falla.
Precioso, me encanta la descripción que haces al principio y ese tira y afloja entre lo que te duele y lo que te duele aún más, porque el amor siempre conlleva dolor entre otras cosas.
ResponderEliminarHola, acabo de descubrir tu blog y me encanta la forma que tienes de escribir. Es precioso este relato, y me identifico muchísimo con éste.
ResponderEliminarHe estado leyendo entradas antiguas y me encanta la forma en que escribes y expresas cada sentimiento.
Mi nombre es Paula y hace unos meses tenía abandonado mi blog (por los estudios y el instituto) pero hace poco he vuelto a retomarlo y me gustaría que le echaras una ojeada. Si vas a volver a publicar pronto me gustaría que dejaras el enlace de tu entrada en mi blog para poder leerte pronto.
Un abrazo,
Paula Green
Una vez más, sueltas el aire contenido por la emoción cuando acabas de leer el texto. Enhorabuena por esa capacidad de tejer el lenguaje de una forma casi tenebrosa que consigue mantenerte en vilo y tensión hasta el final.
ResponderEliminarUn texto de amor dolido, de amor solitario, de amor monocorde donde se puede apreciar algunos destellos de voluntad (borrar su número) que chocan con los actos de su pensamiento (estará en la página siguiente, cojo el teléfono y dudo si marcar o no, he borrado el número pero me lo sé de memoria, borro su número pero dejo sus mensajes, sus correos y guardo en mi mente sus palabras). Lo uno y lo otro, casi te lleva a pensar que el gesto de borrar el número, un gesto que puede ser el primer paso de una nueva situación, es un acto sin convicción, vacío de sentido. Lo cual, acrecienta aún más sensación de dolor que desprende la protagonista, como si fuera un fantasma de un alivio que no termina de llegar a ese final que se bifurca, que abre dos caminos nuevos pero que se queda parado porque no sabe qué debe hacer ni cuál tomar. A la derecha, tiempo. A la izquierda amor, pero no el que quiere ni de quien lo quiere. Amor, a fin de cuentas, pero no el que se entiende por norma general. El amor de la compañía y la conversación, el del silencio, el del cine, el de la música. Los dos son igual de buenos. Si pudiéramos echar el tiempo atrás... Lamentablemente, sólo podemos elegir avanzar, en la dirección que sea, pero avanzar.
Y después de todo, una duda. ¿Por qué no es posible? Dejas muchas posibilidades abiertas. ¿Murió? ¿Decidió marcharse sin palabras? ¿Fue franco y dijo que ya no sentía nada? Cómo cambian las cosas dependiendo del motivo.
Amén, Ana Belén. Es justo la palabra que hay que decir cuando se acaba de leer tanta belleza hecha de palabras. Aunque duela y deje sin respiración. Pero para no variar, intentamos sacar punta al talento que derramas.
Un besito preciosa. Que tengas un día lleno de cosas bonitas.
ya sabes que admiro todo lo que escribes, precioso.. <3
ResponderEliminar"Al final no le quedaría más remedio que pasar página, aunque se resignaba a pensar que él siempre estaría en la siguiente." Es tan real...me ha llegado. Un abrazo enorme:))
ResponderEliminarQue lindas palabras. Y es que es tan corto el amor y tan largo el olvido...
ResponderEliminarTe espero con nueva entrada.
http://escribiendomilhistorias.blogspot.com.es/
Hola Ana! Como estas? Espero que bien.
ResponderEliminarQue lindo el relato que haz escrito. Me gusta mucho la forma en que usas las palabras para expresarte. Y si, tienes razon, todos necesitamos una dosis de amor del bueno.
Cuando puedas pasa por mi blog que tienes un premio <3
Besos!
Ana me has sorprendido, He compartido estas ultimas semanas con mi amigo cuyo novio lo a destrozado sentimentalmente y aun que el no me lo diga con todas su palabras se que se siente tal como tu relato. Y yo me siento mas estupido. Mas Aferrado a el y intentar algo con alguien que no creo me vea como algo mas que un amigo. Soy absurdo por andar pepenando un amor ajeno.
ResponderEliminarAgua pasada no mueve molinos aunque si duele esta frase como me ha encantado.
un abrazo fuerte ana belem :3
Cada vez que entro en tu blog me enamoro de la música de fondo♥ ♥ ♥ ♥ A veces lo dejo abierto y todo mientras estoy visitando otros, en plan acosadora JAJAJAJA
ResponderEliminarY vale, voy al relato. ES PRECIOSO. Y además cuenta una realidad que se ve bastante a menudo, que muchas veces mira que nos empeñamos en algo y por más que no esté y en el fondo sepamos que no va a volver pues nada, que no miramos hacia delante. En fin, que me parece un texto con un punto reflexivo genial y es que tú escribes genial y todo es genial♥ Ay.
¡Un besote!
Cielo, mi escritora favorita!
ResponderEliminarSimplemente hermoso. La tristeza e sun gran sentimiento. Si sabemos sacarle provecho, se crean cosas geniales.
Un beso.