Capítulo XII.
Día Diez, Demostraciones contra reloj.
Despierto. Está acostado a mi lado, sigue dormido. Milagrosamente me encuentro mejor. Pero sé que no me durará mucho, debe ser eso que dicen de la calma antes de la tormenta. Algo me dice que no pasaré de hoy. Un escalofrío me recorre el cuerpo, me estremezco. Parece notarlo y poco a poco va abriendo los ojos.
-¿Te he despertado? - Digo en un leve susurro.
Mueve la cabeza en señal de negación.
-He estado viendo como dormías.
-No lo he notado.
-Claro, dormías.
Me río ante lo simple de la situación. El me acaricia el pelo, se recuesta sobre su brazo derecho y se inclina sobre mí para besarme lentamente. Me gusta. Me encanta.
-Buenos días - Me dice, justo después, a tan sólo unos milímetros de mí.
Sonrío. No puedo evitar ser yo esta vez quien lo besa.
-Buenos días- Respondo.
-Parece que te encuentras mejor.
-Si, la verdad es que me siento mejor.
- Voy a preparar algo para desayunar.
Trato de detenerlo, pero no funciona. Vuelve en unos minutos con una bandeja de croissants de chocolate y café recién hecho. Huele realmente bien.
Cojo uno y le doy un buen mordisco, el chocolate se desparrama por los bordes, y ahora tengo los labios cubiertos de crema de cacao, la excusa perfecta para que Wilhem se acerque a mí y me limpie con mucho cuidado las comisuras usando su lengua.
De repente siento mucho calor, pienso que son los síntomas, pero desecho la idea al momento. Es él. Él, él y sólo él. A partir de ese momento, todo pasa muy rápido. A parta la bandeja del desayuno, con un hábil movimiento consigo tenerlo debajo. Ya había olvidado el incidente de la noche anterior, cuando me quité el camisón y volví a la cama sin nada que no fuese mi ropa interior. El me mira con deseo. Y yo deseo que me siga mirando.
Le quito la camisa. No había visto su cuerpo desnudo hasta ese mmento, tiene muchas cicatrices, cada una debe contar una historia, lástima que yo jamás llegaré a conocerlas. Mi tiempo se acaba. Él se incorpora un poco para poder besarme, como no lo ha hecho antes, con una pasión que solo creí posible en los libros y las películas.
Bombas. De nuevo el sonido que lo inunda todo. Los estruendos que no nos dejan oír ni nuestros propios gemidos, que hacen que nos piten los oídos. Bombas que se convierten en la banda sonora del momento de más placer de mi vida.
Porque quizá nunca habría imaginado mi primera y probablemente última vez, con un hombre como él, en un lugar como en el que me hallo, y con unas circunstancias tan condenadamente extrañas.
Es un amor a contrareloj, con fecha de caducidad. Amor de reloj de arena, cuando el último grano caiga, se apagará la llama para siempre.
Cuando acabamos, nos tumbamos el uno junto al otro. Y pasamos horas y horas ahí recostados, poco a poco yo me empiezo a encontrar peor y peor. Ya no hay vuelta atrás. Mi tiempo se acaba, pero no lloro. Porque soy feliz, porque no tengo motivos para estar triste. Porque él me quiere y yo a él.
A duras penas puedo respirar, cada bocanada de aire se transforma en una punzada de dolor. No hablo. Me arde todo el cuerpo, es como si me estuviese quemando, pero no hay fuego por ninguna parte. Él me sostiene la mano con fuerza, me besa. Debo verme horrible porque no hace más que repetirme que soy preciosa.
Noto como me abandonan las fuerzas y mis párpados se vuelven más y más pesados. Ya a duras penas puedo mantener los ojos abiertos, y eso me indica que ha llegado mi momento. Él parece notarlo porque ahora ya no puede contener las lágrimas que empiezan a brotar de sus ojos. Quedarse siempre es más duro que marcharse.
Se incorpora y me besa.
-Te quiero - Consigo decir en un susurro tan débil que temo que no me haya oído. Pero si lo ha hecho porque vuelve a besarme. Porque me responde que él también me quiere. Y de nuevo vuelve a besarme.
Lentamente pierdo la consciencia de la situación. Pero sé que no me suelta la mano. Puedo notar como se la lleva a los labios y la besa. Creo que sonrío. Y de una vez por todas abandono este mundo. Con un último beso, un te quiero y una sonrisa.
Gracias Wilhem, cumpliste tu promesa.
Vuelvo a darte la enhorabuena por "hacer ver". Es algo que permite interpretar un texto y sentirlo de un modo diferente. Imagino que el grado de complicidad de esa sonrisa simple, de ese ver cómo duerme, de la caricia en el pelo, del contacto de dos cuerpos, dependerá de la sensibilidad del que lee, pero está muy bien plasmado que existe la complicidad. Si el que lee es sensible, va incluso a emocionarse. Si es académico, quizá no se emocione tanto, pero tiene, por fuerza, que ver lo que se quiere transmitir, y aquí es complicidad, y tú me dirás si me equivoco.
ResponderEliminarLa escena de pasión de Trece y Whilem me ha resultado intensa, creo que ha sido buena idea meter las explosiones por medio, eso le da a la escena una lectura doble; por un lado que el amor no avisa, que el amor no se detiene cuando la muerte acecha (incluso puede indicar el miedo con el que Trece se levanta, "de hoy no pasaré") y también puede indicar el sonido de los voltios a los que funcionan dos cuerpos en ese momento (el mayor placer de mi vida).
Esa alusión a la muerte como un apagar de la llama, puede ser discutible. Yo creo y lo creo desde hace poco, que la muerte sólo se produce cuando existe el olvido. Lo sé porque hay personas que siguen "vivas" pero para ti es como si hubieran "muerto" porque las has olvidado. Y gente que aún no estando físicamente, sigue compartiendo contigo tus recuerdos. Es otro asunto de los pequeños detalles que tan importantes son en una relación. Y aunque no sea más que un reflejo mental, creerte de verdad que ese alguien (en mi caso mi abuela o mi hermana mientras te tomas el "late" del desayuno) puede derribar esa teoría de Trece de que la llama se apagará inmediatamente. El tiempo hace cicatrices, sí, pero puede pasar mucho tiempo y creo que por lo que se lleva visto de la historia, hay motivos para pensar que esa llama va a costar muchos aguaceros y tormentas violentas apagarla. Una marcha precipitada no me parece suficiente, y sinceramente, el abandono del mundo no parece producirse por la huella que se deja.
Y si realmente se ha marchado, es cierto que el que se queda es el que peor lo pasa. Pero la despedida ha sido preciosa. ¿Merece la pena el dolor que se llega a sentir por haber vivido algo tan hermoso? Habrá opiniones para todos los gustos, pero estoy convencido que sí.
Enhorabuena una vez más, Ana Belén. Quedan pocas palabras que decir cuando la emoción producida es tan grande. Y las emociones, no hay palabras que las explique ^_^.
Un besito grande y que tengas un maravilloso fin de semana ^_^.
Si con cada capitulo me sorprendes y me dejas sin palabras con este ha sido lo mejor de lo mejor. Al final la historia que parecía más que imposible se ha cumplido, y demuestra que todo en esta vida se puede lograr, si se intenta obviamente.
ResponderEliminarUn besito.
ME encanta como te queda, cada capítulo me gusta más <3
ResponderEliminarUfffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffff!!!!!!!!
ResponderEliminarAunque podíamos suponer el descenlace, siempre uno espera un milagro, creo...
Esta vez no sé si quedarme con: "Es un amor a contrareloj, con fecha de caducidad." o "Quedarse es siempre más duro que marcharse"
Porque ambas las aplicaría a mi vida, hace un par de meses atrás... y algo me punza...
(Creo que me robaré la segunda para mi blog... se puede?)
Me voy a por el final.