Los Ojos de Poe. Capítulo III. Parecía un Cuervo.
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
se oyó de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
me llenaba de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como vertiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este HOGAR hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el VUELO.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!
-Edgar Allan Poe.
De entre todos los poemas de Poe, éste es mi preferido. Era sólo un niño cuando mi hermano me lo recitaba. Yo no hacía más que pedirle que me lo repitiera una y otra y otra vez. Llegué a memorizarlo, lo hice mío. Despertó mis ganas de escribir. Así nació el Edgar que conocéis ahora. Yo también fui un crío inocente antes de convertirme en el insoportable que escribe estas letras. Fui un niño hechizado por la magia de unas palabras que me hacían estremecerme. No me daban miedo los relatos de Poe, yo siempre quería más y más. Nunca tenía suficiente...
Quizá piensen que es un alarde de soberbía incluir en este breve relato sobre mi persona, el poema completo del señor Poe. Pero es tan parte de mí, como este cáncer que me mata. Si tuviese el suficiente espacio en mi cuerpo para tantos versos me los habría tatuado uno a uno. Me habría convertido en parte de su obra, como su obra lo es de mí. En esta especie de carta no podía faltar "The Raven" porque de haberlo hecho, no estaría completa. Y más importante aún, no sería mía.
En ocasiones caminaba por casa recitando sus versos, recuerdo las miradas curiosas de las visitas, comentando entre ellas mi particular forma de hablar... Paletos, incultos, proletario... No lo entendían... Ya desde pequeño era un incomprendido, yo con siete años ya era más listo que toda esa inmundicia que se paraba en mi casa a tomar cervezas con mi padre, un sucio holgazán que no meneaba el culo de delante de la televisión (y perdonen mi lenguaje, pero nunca soporté a ese hombre). Que se convirtió en un borracho tras la muerte de mi madre. A ella le dediqué mi primer poema, ella me arrancó mis primeros versos de verdad. A ella se lo debo todo, primero la vida, y después mi éxito.
Réquiem por una rosa;
Cálida y éterea, dulce luna,ya no está, no me acuna,
huele a rosas el jardín,
ya no está, en su boca el carmín.
Fue la más bella de mi reino particular,
brotan espinas del recuerdo a olvidar,
no volverán los pájaros a entonar,
las canciones que un día la oí cantar,
Fría mañana, sólo y sin ella,
despierta el mundo con la ausencia de la más bella.
La verdad es que es uno de mis favoritos, Poe ha sido una constante en mi vida, y este poema es excelente, melancólico
ResponderEliminarEl poema de Edgar Allan Poe consigue llevarte a una atmósfera tétrica y lúgubre que a mí me fascina particularmente. El poema parece convertirse en el oráculo de una especie de maldición que anuncian cambios en un estado de quietud permanente haciendo que los lamentos por Eleonora no encuentren alivio. Ese nunca más del cuervo oráculo, parece una repetición de la imposibilidad de volver a verla. Y la carga tétrica y lúgubre que tiene el poema, la oscuridad que desprende potencia muchísimo esa sensación de desesperanza.
ResponderEliminarYa sabemos que nuestro Edgar carga con demonios muy fuertes. Empezamos a conocer los motivos que quizá pueden explicar su comportamiento con Annabel Lee, o María. Detestar a tu padre tanto como amar a tu madre, detestar lo presente y amar lo ausente, es un conflicto difícil de asimilar. Veremos si finalmente logra justificar una conducta injustificable de antemano.
Requiem por una rosa es un comienzo esperanzador de lo que puede llegar a conseguir.
Seguiré pendiente a la evolución de este persona. Y me quito el sombrero por la capacidad que tienes de, después de introducir todo lo tétrico del cuervo, conseguir seguir con un aire de neblina deshilachando la personalidad de alguien ya de por sí tenebroso.
Un besito preciosa ^_^.
Sería encantador realmente conocer a una persona que haya cambiado su vida totalmente por influencia de los textos de Poe. Creo que lo he dicho antes pero este personaje me fascina!
ResponderEliminarBuena idea la de tatuarse los versos, un abrazo!