Epílogo
Carol caminaba junto a Cam, a la tierna edad de tres años, todo parece nuevo, todo es interesante... Aquella señora gorda con el pelo de un color estrambótico, la tienda de golosinas, los coches de tantos colores y tamaños. Los inocentes ojos del niño repasan cuanto ven tratando de captar cada segundo. Y algo lo hechiza, como si fuese magia. El semáforo. Alto. Completamente nuevo para él... Y entonces ¡Cambia de color! ... Mientras él trata de alcanzar la parte más alta de la viga que tiene el poder de detener a los coches, su madre se distrae con las preciosas joyas de Tiffany's... Ese collar... El brazalete... ¡Los pendientes a juego! ... Si ya lo decían, los diamantes son los mejores amigos de la mujer, aunque esta vez, la vanidad le costaría un precio demasiado caro.
Cuando la mujer, todavía embelesada por el brillo del escaparate se gira en busca del fruto de su amor, no lo encuentra. Un escalofrío le recorre todo el cuerpo y empieza a ver borroso. Tiembla. Y mira frenéticamente de un lado a otro, tratando de encontrar a ese pequeño muñeco rubio que hace unos minutos llevaba de la mano. Un grito ahogado sale de su garganta y cae al suelo, pero no tiene tiempo de hacerse un ovillo. Se levanta y a trompicones corre por la calzada, se acerca al semáforo que cautivó a su hijo y se agarra como puede a él para no caer al suelo. Unos cuantos curiosos la miran. Se debaten entra acercarse o no, el miedo a que sea una loca, el altruismo por ayudar a quien parece desvalido y un poco de curiosidad, hace que algunos se decidan.
- ¿Señora? ¿Se encuentra bien? - Pregunta un hombre mayor, vestido de traje y con un sombrero.
- ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¿Dónde está mi hijo? - Sus ojos ven, pero no miran. Su boca profiere sonidos, pero no piensa lo que dice. Todo es instintivo. Ya no está en la calle, está centrada en su hijo desaparecido. Recordando como era, por miedo a olvidarlo, si no vuelve a aparecer. Este último pensamiento, "No volverá", la hace derrumbarse. Carol comienza a llorar y cree que no podrá parar nunca. No desea parar nunca. Lo único que pretende es ahogarse en su propio llanto. Su hijo ha desaparecido mientras ella miraba joyas... ¡JOYAS!
***
Horas después Cam fue encontrado en el piso de Mathew Kaas, un conocido secuestrador que llevaba siendo investigado hacía tiempo por la policía. Gracias a la rápida intervención de Philip Drew, el niño volvió a casa con sus padres sin un solo rasguño. Y Kaas acabó pudriéndose en una celda por su sin fin de fechorías.
Lo cierto es que Cam nunca llegó a ser un niño desaparecido. Toda esta historia fue fruto de la imaginación de George... Aquella misma noche, los tres salieron a celebrar que no había pasado nada. Que estaban bien. Que eran felices. Una familia ejemplar.
Pero el destino guarda sorpresas, y a veces no son todas buenas. Un coche salió del arcén e impactó de lleno con el Audi de George. Su mujer y su hijo ingresaron cadáveres en el hospital. Él, abatido y derrotado por la situación trató de suicidarse hasta en tres ocasiones distintas, pero los caprichos de la vida no lo dejaron abandonar este mundo. Cansado de todo y de todos, incapaz de seguir lidiando con una realidad que le apretaba los pulmones y lo dejaba sina ire, se refugió en la bebida. Dispuesto a ahogarse en alcohol si era necesario.
Cayó en un coma etílico, del que no despertaría. Y en el que se vería obligado a ver como su hijo desaparecía una y otra vez. Un coma etílico en el que soñaría con extraños seres. En el que soñaría su muerte.
En realidad George llevaba muerto mucho tiempo, la diferencia es que antes respiraba.
Y por fin, un día su corazón dejó de latir. Por fin encontraría a su hijo.
Me encantó. ¡Un final estupendo!
ResponderEliminarSaludos, nos leemos.
woo , vaya historia! <3
ResponderEliminarAbsolutamente precioso, todo este tiempo esperando ese final y ahora todavía se me hace extraño pensar que ya ha terminado. Espero tenerte de nuevo relatando una historia como ésta y poder disfrutar cada palabra.
ResponderEliminarUn besazo.