La vida trae fallos de fábrica.
Vicios ocultos que no tenemos a quién reclamar...
Por ejemplo, a lo largo de nuestro período existencial, tendremos que tomar miles de millones de decisiones banales; como el color de los zapatos, el corte de pelo, que comeré hoy, cuanta azúcar debería echarle al café, el día que empezaré la dieta nueva, los regalos que haré... Estupideces, cosas sin importancia. Decisiones sin las que podríamos vivir, prescindibles. Decisiones que si otra persona decide tomar por nosotros no supondrán un cambio relevante en nuestras vidas, quizá un leve traqueteo de nuestra rutina.
En cambio, elegir de quién nos enamoramos no está en nuestra mano. Ni siquiera es una opción. Es una imposición. Pasa y se acabó. No recibes ningún aviso previo. No hay señales de tráfico que te adviertan. Nadie te consulta si te apetece enamorarte, ni como te gustaría que fuese él, que rasgos, que personalidad. Ningún alma caricativa se para a explicarte los riesgos. Simplemente un día, te encuentras completamente perdido en los ojos de otra persona, sin rumbo, enredado en un pelo ajeno, sin camino. Bueno, siempre puedes seguir el sendero a la curva de su sonrisa. Pero a lo que vengo a referirme, es que tu vida da un giro de ciento ochenta grados a una velocidad de vértigo y cómo no lo esperabas, acabas tirado en el suelo, con magulladuras por todo el cuerpo y en los casos más extremos con el corazón roto. ¿Lo peor? Lo peor es que ni siquiera has podido opinar sobre ello.
En cambio, te dejan escoger si luchar o rendirte, te dan a escoger entre que duela o que te duela mucho. Te ofrecen una opción barata, con una ilusión enorme, pero sin ninguna garantía de que se cumpla y te toca escoger entre buscar la felicidad o esperar a ver si ella te encuentra, algo muy difícil.
No elegimos de quién nos enamoramos.
Bonito texto, y tienes toda la razón, no podemos elegir de quien nos enamoramos, aun que a veces estaría genial poder hacerlo, o por lo menos poder olvidar.
ResponderEliminarun abrazo!
Me has puesto la piel de gallina. Una forma muy dura de representar el amor, pero muy curiosa.
ResponderEliminarMe encanta.
¡Un besín!
Me ha encantado el relato.
ResponderEliminarBesos<33
Una vez más sin palabras. Y es que tienen tanta razón tus palabras... Las decisiones importantes siempre son demasiado importantes para tomarlas uno sólo. Supongo que en el amor pasa lo mismo.
ResponderEliminarUn besazo
Es cierto, no elegimos de quién nos enamoramos. En este momento de mi vida lo sufro más que nunca, y realmente duele. Y mucho. Sin embargo, también creo en el amor que vale un par de magulladuras. Un amor que por una tristeza traiga mil alegrías, porque así ha de sentirse cuando es verdadero.
ResponderEliminarNo podría amar más tu blog. El diseño es perfecto, y el contenido hermoso.
¡Un abrazo enorme, Ana!
No elegimos de quién nos enamoramos... Pero ojalá. Nos ahorraríamos muchísimos quebraderos de cabeza.
ResponderEliminar¡Un besote!❤
Según leía ya estaba pensando que decir en mi comentario
ResponderEliminarpues soy una persona que no cree en el amor, pero al ver la foto
ya la cosa cambia y comprendo a que te refieres.
Un abrazo fuerte
gran post.
Es una putada enamorarte de una persona sin saber si será correspondido, porque si al menos tuviésemos esa certeza sería menos doloroso un camino u otro. Siempre queda la opción de intentar enamorarle, pero no siempre sale bien. ¡Qué se yo! Mejor disfrutar del camino, y lo que tenga que venir, venga, y lo que no, eso que hemos ganado.
ResponderEliminarBesos
P.d: acabo de leer el comentario de Cielo y me he fijado en la foto también. No sé si eso se puede evitar, o cuando te das cuenta ya es demasiado tarde...
Bonito texto y realmente muy cierto
ResponderEliminarSaludos