Golpe Certero a la Altura del Corazón

Creo que toda la culpa la tiene tu colonia. Creo que sus componentes provocan una reacción quimica en mi cabeza que no entiendo, porque soy de letras. Creo que su aroma es lo que me hace perder el control. Y no te miro. Hago esfuerzos inhumanos por evitar cruzarme con tus ojos. Y desaparezco cada vez que tengo la oportunidad, porque pasar tiempo en la misma habitación que tú, aunque haya más gente, no me hace bien.
Pero cuando menos me lo espero, cuando al fin olvido que estás detrás de mí, el aire me juega una mala pasada, y tu colonia me roza los hombros, me pone la piel de gallina y desata una guerra en mis entrañas.
Ya es bastante duro luchar contra ti mismo, luchar por no enamorarse de quien podría destruirte con solo apretar los dedos. Y me ha costado mucho sacarte de mi cabeza, y ponerte un pie fuera de mi corazón, para que unas gotas de colonia derrumben mis murallas. Para que un par de sonrisas acaben con mis esfuerzos.

Y es que no verte es díficil. Pero verte y no mirarte es una batalla perdida.


Dear Diary V

Perro pequeño y peludo mirando la puerta de salida.

Querido Diario,

Algo está pasando y no puedo entender muy bien que es. Yo estaba echado en mi cama como de costumbre, cuando empezó todo. Oí gritos, y llantos. Corrí hacia la habitación de Luis, el hijo pequeño de la familia, el que siempre juega conmigo. Su padre corría de un lado a otro, con el teléfono en la oreja, parecía alterado. Su madre estaba arrodillada junto a la cama, sosteniendo la cabeza del niño que se retorcia, y se movía de forma extraña. Nunca lo había visto así. 
Entonces escuché mucho ruido, una especie de vocina que hacía "Nino, nino" y paró frente a casa. Hombres desconocidos entraron rápidamente con una especie de cama plegable. Yo no ladré. Siempre ladro cuando no conozco a alguien, pero esa vez sentí que no debía hacerlo, presentí que querían ayudar.
Minutos después ví salir a Luis en aquella camilla, no se movía y tenía una especie de tubo de plástico en la boca, su madre lloraba y tenía una mano en la boca, su padre trataba de consolarla.
No me miraron, no me dijeron nada. Como si yo no estuviera allí. Me hubiese gustado saber hablar para pedir alguna explicación, pero eso no pasó.
Y ahora estoy aquí, no se cuanto llevo, pero a puesto que mucho, porque tengo mucha hambre. Sigo esperando a que vuelvan. Que vuelvan todos.


Delirium Trémens IV

Capítulo IV.
¿Cam, eres tú?

Después de mucho tiempo, George consigue dormir de un tirón. Mientras sus ojos se acostumbran a la luz que entra por la ventana, se gira en busca de su compañera, pero no hay nadie. En cierto modo, no le sorprende. Son casi las doce del mediodía y ella trabaja. Ajeno a la llamada telefónica de la noche anterior, se levanta con las energías renovadas y sintiéndose extrañamente bien.
- Tal vez Cara sea mi cura - Se dice mientras se masajea el rostro frente al espejo del baño. 
La sensación de bienestar no le duró mucho. Antes de que otro pensamiento le viniese a la mente, George ya estaba encorvado frente a la taza del váter presa de las arcadas y los vómitos. Los sudores fríos empaparon su cuerpo en pocos segundos. Temblaba. No podía mantenerse en pie. Se mantenía con la espalda ecta frente a la pared, sentado, vencido. Luchando por no desplomarse sobre las horribles valdosas del suelo.
Después de unos minutos que se vuelven infinitos, que parecen caer sobre él y empujarlo como si el peso de la gravedad lo empujase a derrumbarse, parece encontrarse mejor. Las piernas le flaquean, y agarrándose a un toallero que parece estar a punto de ceder ante su peso, consigue ponerse en pie y caminar sujetándose a todas las superficies, el lavabo, el marco de la puerta, la mesita auxiliar del pasillo. Y al fin llega al salón. Mira hacia los lados, buscando algo que le haga creer que Cara estuvo allí de verdad y no fue una nueva invención. Pero no hay nada... Sacude la cabeza presa del pánico, y se acerca a la cocina. Se prepara un café. El olor inunda la casa y le trae el vago recuerdo de los domingos, cuando desayunaban todos juntos y después salían al amplio jardín él  y Carol para jugar con Cam y su perrito Cotton... Qué lejanos parecen ahora esos recuerdos... Como un sueño lejano que nunca fue real.
Las lágrimas caen con rabia y chocan contra el suelo... La cabeza de George arde y busca aspirinas por todos los muebles, tratando de sacarse de la cabeza todo lo que lo hizo feliz. Consigue encontrar una tableta con seis pastillas. Se toma una, y otra, y luego otra y las intercala con sorbos de café, se toma una cuarta pastilla y empieza a marearse... De nuevo una carrera hasta el baño y más vomito.
El café es asqueroso cuando se vomita. La sangre puede indicar una úlcera en su estómago o garganta, apuesta por esto último porque le duele comi si se la estuviesen rasgando con un cuchillo mal afilado.
Sale dando tumbos del baño, le duele el hombro derecho, probablemente tenga una contractura. Entonces suena el telefono, y el timbre resuena en su cabeza provocándole una nueva jaqueca. Es como un taladro, suena demasiado. Toda la habitación parece retumbar. George se llava las manos a la cabeza y cae al suelo de rodillas. Grita tratando de silenciar el telefóno y se arrastra como puede hasta el foco del sonido. Apartándose la mano derecha lo coje a duras penas y levanta el auricular.
- ¿Diga? - Dice a penas en un susurro.
- Papá - La voz de su hijo hace que contenga un grito ahogado llevándose la mano que no sujeta el aparato a la boca.
En estos momentos no le importa que sea una alucinación, porque hacía tanto que no lo oía que el mero hecho de que sea producto de su imaginación, lo hace pensar que no lo ha olvidado, y que en el fondo de su subconsciente aún recuerda a su hijo como si fuese ayer.
- ¿Cam? ¿Cam eres tú? ¿Dónde estás? 
- Papá... 
- Cam, Cam, ¿Dónde estás?
- No puedo decirte donde estoy, porque esta llamada no es más que fruto de tus delirios - Aquellas palabras calleron sobre George como un jarro de agua fría. Una dosis de cruda realidad que acabó por hundirlo en un fango pegajoso que lo engullía. Ya no quería seguir luchando - Papá, te quiero. 
- Y yo a ti, hijo mío- Fruto de su imaginación o no, aquellas palabras parecieron liberar un poco la carga emocional que tanto tiempo llevaba soportando.
- No dejes de buscarme hasta encontrarme.
- No lo haré.
- Prométemelo - La vocecilla aguda de su hijo pequeño hacía mella en su esfuerzo por contener las lágrimas.
- Te lo prometo.- Dijo tratando de combatir con fiereza el nudo de su garganta.
El sonido monótono de un teléfono que ha colgado al otro lado de la línea retumbó en su cabeza durante horas.


All is Gonna Be Alrigth

No hablaba sola, hablaba con su conciencia, un zumbido incesante que repetía a todas horas lo que estaba bien y lo que no, que se encargaba de dictarle lo que debía hacer. Por otra parte estaba su orgullo, cabezota y testarudo, le tenía prohibido disculparse pero eso no bastaba, para asegurarse que obedecía la mordía por dentro. Podrás imaginarte la situación, una irritante voz aconsejandote sin descanso para que te disculpes con todos aquellos a los que has hecho daño, prometiéndote que si lo haces te dejará en paz y por otra parte los mordiscos del orgullo exigiendo que te mantengas firme y no des tu brazo a torcer. Y allí estaba ella, entre la espada y la pared e incapaz de tomar una decisión. ¿Qué harías? ¿Ignoras a uno o te tragas al otro?


Disculpa si te Acoso

Se pone las gafas de sol. Sonrisa arpía. Sonrisa socarrona que me vuelve loca. Camina seguro de sí mismo. Se acaricia el pelo con un gesto casual, nada forzado. Lo imagino en una película. Ahora es cuando tropezamos y el me ayuda a recoger mis cosas, me llama torpe, yo me sonrojo, el vuelve a sonreír, me dice que soy preciosa y empieza un bodrío romántico de esos que no me gustan, pero que viviría con él si alguien me diese la oportunidad.
Veo como sube al coche y me mira. No sabe quién soy, y yo no sé quién es él, pero ha debido notar que siempre que nos cruzamos lo estoy mirando. No nos hemos visto más de tres veces, pero ya sabe que lo busco hasta en la sopa de letras. Ese es uno de mis problemas, no controlo. Me mira de arriba a bajo. Me observa. Me sobrepasa. Me pone nerviosa. Me siento insegura. Indefensa. Como si esuviese a punto de derrumbarme. Sonríe. ¿Por qué ha hecho eso? ¿Qué significa esa sonrisa? Se quita las gafas. Y hasta aquí. Me pierdo. Y que no me encuentren por favor. Me pierdo en el bosque de sus ojos. Los colores del otoño. Mi estación favorita. Explosión de las hojas secas que flotan sobre los árboles de colores más vivos. Una guerra entre el marrón y el verde que se disputan el dominio de un iris con vida propia. Los colores que tratan de superponerse crean un cuadro digno de ser expuesto en la mejor galería de arte del mundo, en cambio, yo, una persona de lo más normal, me encuentro con el derecho absoluto de contemplarlo sin pagar un duro. ¿Alguien más habrá sabido apreciar esa obra maestra?
Y entre tanto caos de hojas, colores, bosques, cuadros, se crea una especie de armonía que me atrapa, que me hace perder la noción del tiempo y el sentido de la vida. Se sienta en el coche. Me cuesta verlo. Creo que busca algo, y no debe encontrarlo porque vuelve a bajar. De nuevo se encuentra con mi mirada clavada en él. No he dejado de mirarlo y no creo que pueda hacerlo aunque quiera. Además no quiero.
Alguien me llama. Bajo la vista. Desaparece. Mierda. Mi fantasma. Todo lo que quiero. Se fue. Me atravesó sin que me diese cuenta, y se ha llevado una parte de mí, dejándome un hueco vacío donde antes tenía el corazón.
Es una mierda esto de ser de los que aman a primera vista.


Una Palabra Una Historia, III


LIBRO

Image and video hosting by TinyPic

Se revolvió en la cama, otra noche más de insomnio. Hubo un tiempo en que llorar, hacía que sus ojos se hinchasen y le provocaba sueño, eran días en los que dormir era relativamente fácil. Ahora se había acostumbrado tanto que pasaba las noches en vela repasando todo lo malo que le ocurría.
Se levanta, apesadumbrada, son las cinco de la mañana, en dos horas tendrá que levantarse, no va a molestarse en intentar conciliar el sueño otra vez. Se acerca a la estantería, y ojea uno por uno cada libro. Quizá podría leer algo de Federico Moccia, pero eso le recuerda su última relación fallida, lo mal que le va en el amor últimamente... Desecha la idea. John Verdon... Es una apasionada de la novela negra, y ese hombre la cautiva de sobre manera, pero no le apetece nada que tenga que ver con crímenes y asesinatos... "Abzurdah" de Cielo Latini, recuerda cuando la leyó, y un escalofrío le recorre la columna, definitivamente ese no es el libro que más le conviene. 
En el estante de arriba están sus sagas favoritas, Los Juegos del Hambre, Divergente... Las protagonistas de ambos le recuerdan a todo lo que desea ser, pero no acaba de conseguir. Ella nunca será la mejor en algo, ni tampoco se siente valiente.
Temblor, Rastro y Siempre, adora esa trilogía, pero de nuevo el vacío de un amor que no ha funcionado la hace resistire.
Tiene tantos libros, y en estos momentos no se encuentra conforme con ninguno... 
Suspira. Derrotada, abatida. Vuelve a mirar el reloj, no han pasado ni quince minutos, odia esas noches solas, y vacías... Las odia muchísimo...
Vuelve a girarse y decide coger el primer libro que se encuente. "Lolita" de Vladimir Nabokov. ¡ES PERFECTO! adora ese libro, lo habrá releído como diez mil veces, no se cansa de revivir la historia una y otra vez, y lo cierto es que no tiene muy claro el por qué le encanta tanto pero lo hace.

Vuelve a la cama, en compañía de Humbert Humbert, busca en su teléfono una canción para dar banda sonora a su lectura. Uno de los discos de Lana del Rey le parece perfecto para el momento.

Y así, una noche más, se desconecta de la realidad, se olvida de su insomnio y se adentra en la vida de otra persona, lejos de todo lo que le provoca algún dolor. Distanciándose de aquellas cosas que no la dejan vivir.

If you love me Hardcore

Bailábamos, la música mecía nuestros cuerpos. Nos balánceabamos extremadamente cerca. Al filo del abismo. Jugándonos la piel en la pista de baile. Allí dónde la música estaba demasiado alta para escuchar las advertencias de la conciencia. Allí donde el instinto animal instaba a cometer una locura, donde el alcohol de los vasos reducía la cordura a los niveles más bajos. Dónde las alianzas perdían su significado. 
Porque cuando dos se buscan, se acaban encontrado. Porque ni los muros de hormigón habrían podido separarnos, porque los astros se alinearon esa noche para coser las casualidades a gusto de un destino que estaba escrito en las etiquetas de las botellas que caían vacías al suelo. Porque el teléfono no sonó aquella noche, no hubo recordatorios, ni whatsapp's que interrumpieran un camino breve pero intenso. Porque el recorrido de dos bocas que se besan no tiene pérdida. Pero a pesar de ello, en el momento en que nuestros labios se encontraron a oscuras en aquella habitación ya estábamos perdidos.
Seamos sinceros, puede que esas dos copas de más nos arrastraran a mi cama, pero las ganas venían de casa.


Pequeñas Dosis de Amor Barato

Sujetaba el móvil con fuerza, consciente de que sus palabras volverían a demolerla. No había forma de ganar cuando se trataba de él... Él y su sonrisa. Él y sus manías. Hiciese lo que hiciese, no le saldría bien, por mucho que se esforzase, acababa rindiéndose a sus encantos, que bien pensado no eran para tanto. Se obligaba a confiar en él, porque pensaba que eso la hacía feliz, pero siempre acababa con el corazón hecho añicos.
Él. Él y él. Nada más que él. Su debilidad. Siempre tenía una oportunidad para él, por muchas veces que le fallase, por más que le mintiese, por más que en el último momento, cuando más alto volaban las ilusiones, la dejase tirada dejándole un vacío insalvable, unas ganas tremendas de llorar y una vez más la sensación de ser la más idiota del mundo. Quizá lo era, y por eso una vez más, su móvil se convertía en el trampolín al abismo.

Ella: ¿Entonces nos vemos?
Él: Claro.
Ella: ¿Dónde siempre?
Él: Me muero, por verte. (Ella sabe que le miente, que él sólo moriría por sí mismo, a pesar de ello le da igual).
Ella: Yo también <3.



Correspondencia Ajena X

Esta Correspondencia Ajena viene de la mano del blog Lo Pequeño es Grande Día a Día de Mar, a la que quiero agradecer que haya querido aportar algo a esta iniciativa. Así pues os invito a vosotros a pasar por su blog porque es fantástico y tiene unos textos preciosos.
Vosotros también podéis participar y si también queréis aportar un personaje podéis ponerlo en la página de la Iniciativa; Correspondencia Ajena

Sin más dilación, ahí va el personaje propuesto por Mar.

Emisor: Un chico tratando de saber quién es realmente. Receptor: Sus padres.

Queridos Papá y Mamá,

Estoy cansado de esconderme bajo una capa de indiferencia ante todo lo que me está pasando, no soy feliz, no me gusta mi vida, no me gusta por lo que estoy pasando. Vosotros sabéis que mi enfermedad no me deja ser vuestro hijo. Hay períodos en los que tan siquiera sé quién soy, escribo esto en mis breves períodos de lucidez, y no son muchos. Entre la enfermedad y las pastillas que me proporcionan para dormir paso más tiempo en trance que en esto que vosotros llamáis vida.
No podéis comprender lo mucho que me duele veros sentados en los incómodos sillones de la habitación del hospital, no puedo soportar vuestras caras expectantes, que viajan entre a esperanza, la frustación, y el pánico cada vez que abro los ojos, porque deseáis saber si lo que ha abierto los ojos es vuestro querido hijo, o el fruto de la enfermedad que una vez más toma mi cuerpo para hacerse un hueco en la Tierra.
No quiero que lloréis más por mí, no quiero seguir aquí. Si no voy a ser el dueño de mi propio cuerpo, no quiero tenerlo. Si Míster Hyde quiere seguir librando una batalla, que luche solo, yo como Doctor Jeckyll, me rindo.
Os pido encarecidamente que me dejéis morir, que no alarguéis esta tortura. Si no lo hacéis vosotros, lo haré yo. Confiad en mí, como yo siempre he confiado en vosotros. Os hablo desde el corazón, la única parte de mí que parece no estar infectada, de momento.
Por favor, no os sintáis culpables por nada, habéis hecho lo que habéis podido, e incluso más. Recordad que os quiero, y si no vuelvo a despertar, o si cuando lo haga no soy yo, pensad en mis palabras... Lo mejor que podría pasarme en esta vida es morir.
Dadme ese último regalo.

Os quiere muchísimo, vuestro hijo. 


Delirium Trémens III.

Capítulo III. Aquellos seres verdes.

Camina dando tumbos por la habitación. Buscando algo que hacer, una distracción para no pensar en el infierno que está atravesando. De repetente es como si el sol se escondiese, la oscuridad lo engulle todo. Entrecierra los ojos, tratando de acostumbrarse a la negrura en la que se había sumido su apartamento.
Fue entonces cuando por uno de los ventanales comenzó a entrar una luz amarillenta, las motas de polvo parecían bailar una coreografía mal ensallada sobre unos focos de color casi vomitivo, o al menos eso le parecía a George. Se aproximó lentamente a la ventana, pero más allá del cristal no había nada. Era como si los edificios que antes amurallaban sus vistas se hubiesen evaporado en la negrura.
Se oyó la puerta, y dubitativo se aproximó a ella.
-¿Quién es? - Dijo, aturdido y con dificultades. Tragar saliva se había  convertido en, casi, una hazaña para él.
Nadie respondió al otro lado, giró el pomo y un nuevo hachazo de luz amarillenta lo hizo retroceder. Dos entes de color verdoso, entraron en el piso. Caminaban a la vez, como una especie de robots. Movimientos mecánicos, sin expresión. No tenían rostro más allá de una ligera abertura en la parte alta de la cabeza. Sus miembros eran largos, iguales tanto en la parte superior como inferior, todo en ellos era del mismo color verdoso desgastado, como si estuviese sucio. Recordaba haber visto ese color en alguna otra parte. Estaba casi seguro que compartían el tono con las paredes de la sala de interrogatorio de la comisaria. Aunque eso no debería ser su preocupación, no podía sacarselo de la cabeza.
Los dos seres caminaban por el piso. Uno de ellos se giró bruscamente y el otro lo imitó. Comenzaron a aproximarse a George, demasiado aturdido como para reaccionar. Uno de ellos, que parecía un poco más grande lo agarró por el cuello con fuerza y apretó. No intentó defenderse, notaba como el oxígeno empezaba a faltarle y le daba igual. Estaba a punto de morir a manos de algo inexpicable, y solo podía pensar en las paredes de la sala de interrogatorios, en lo feo que era ese color y lo mucho que lo repugnaba.
El otro ente habló, y curiosamente su voz era muy similar a la de Dave.
- Te rindes sin luchar, normal que a tu hijo le pasase lo que le pasó.
Fue entonces cuando una ola de fuerza, y energía azotó a George que se zafó rápidamente y agarró al ser más alejado.
-¿Qué quieres decir? ¿Qué sabes de mi hijo Cam? ¡Tú lo tienes! ¿Qué le has hecho? - Gritaba mientras zarandeaba ese algo que poco a poco fue perdiendo nitidez, que se convirtió en un espectro translúcido en sus manos, que se desvaneció sin responder a sus preguntas.
Hecho un ovillo en el suelo, sollozaba, esperando algo que no llegaría jamás. Volvió a oír la puerta, pero esta vez no se molestó ni en girarse. El repiqueteo de unos racones lo extrañó y despertó su curiosidad, aún así, no levantó la cabeza.
Sintió como alguien se agachaba junto a él, y le acariciaba el rostro. Los preciosos ojos de Cara lo escrutaban, ella seguía moviendo el dedo índice haciendo pequeños círculos en su mejilla. 
-¿Cara, qué haces aquí? - Hizo una pausa recordando la alucinación de hacía como un día y la repasó de arriba abajo. Vaqueros ceñidos, camisa blanca abotonada hasta arriba, y americana azul marina. Esa si que era la indumentaria que solía llevar ella. - ¿Eres real? - Preguntó.
- Estaba preocupada por ti... - Dice y se muerde el labio. Dulce, sensual. Así era ella. - Claro que soy real. ¿Qué clase de pregunta es esa? - Sonríe.
George se incorpora como puede, ayudado por las suaves manos de la chica. Sus miradas se cruzan y se dicen más de lo que las palabras son capaces. Ella se sube a horcajadas sobre él que se deja hacer. Se besan. Juegan con sus lenguas. Él se levanta con ella embrazos. Se arrastran hasta la cama. Se quitan la ropa con frenesí, olvidando todo lo demás. Dejándose en manos del instinto. Se besaban. Se acariciaban. Se convirtieron en uno. Y agotados después de tal despliegue de pasión, cayeron en un profundo sueño el uno recostado sobre el otro.
El teléfono de George no dejó de sonar... No lo cogió. Quizá sea mejor así, si lo hubiese hecho habría descubierto que Cara sufrió una accidente de coche la noche anterior, un trailer habia arrollado su hermoso Toyota Yaris de color burdeos... Había quedado hecho chatarra y ella no había sobrevivido. 



I Missed All The Match

La vida trae fallos de fábrica.

Vicios ocultos que no tenemos a quién reclamar...
Por ejemplo, a lo largo de nuestro período existencial, tendremos que tomar miles de millones de decisiones banales; como el color de los zapatos, el corte de pelo, que comeré hoy, cuanta azúcar debería echarle al café, el día que empezaré la dieta nueva, los regalos que haré... Estupideces, cosas sin importancia. Decisiones sin las que podríamos vivir, prescindibles. Decisiones que si otra persona decide tomar por nosotros no supondrán un cambio relevante en nuestras vidas, quizá un leve  traqueteo de nuestra rutina.
En cambio, elegir de quién nos enamoramos no está en nuestra mano. Ni siquiera es una opción. Es una imposición. Pasa y se acabó. No recibes ningún aviso previo. No hay señales de tráfico que te adviertan. Nadie te consulta si te apetece enamorarte, ni como te gustaría que fuese él, que rasgos, que personalidad. Ningún alma caricativa se para a explicarte los riesgos. Simplemente un día, te encuentras completamente perdido en los ojos de otra persona, sin rumbo, enredado en un pelo ajeno, sin camino. Bueno, siempre puedes seguir el sendero a la curva de su sonrisa. Pero a lo que vengo a referirme, es que tu vida da un giro de ciento ochenta grados a una velocidad de vértigo y cómo no lo esperabas, acabas tirado en el suelo, con magulladuras por todo el cuerpo y en los casos más extremos con el corazón roto. ¿Lo peor? Lo peor es que ni siquiera has podido opinar sobre ello.
En cambio, te dejan escoger si luchar o rendirte, te dan a escoger entre que duela o que te duela mucho. Te ofrecen una opción barata, con una ilusión enorme, pero sin ninguna garantía de que se cumpla y te toca escoger entre buscar la felicidad o esperar a ver si ella te encuentra, algo muy difícil.

No elegimos de quién nos enamoramos.


Laissez-Moi vous être infidele

Es cierto que lo había visto muchas veces, pero aun recuerdo la primera vez que lo miré de verdad...

Mientras te olvido, mientras te espero, mientras desespero.
Necesito un motivo para seguir luchando, que no quiero rendirme pero me cuesta encontrar las sonrisas ahora que no estás. Necesito algo que me haga levantarme del suelo, aunque tenga rotas un par de costillas y catorce puntos de sutura en el corazón, a pesar de haber perdido más de una batalla en el poco tiempo que llevo en el campo.
No puedo esperarte tanto, sin buscar al menos, algo con lo que distraerme. Algo, o alguien que te saque de mis pensamientos a todas horas, aunque eso suponga olvidarme de ti por unos días. No voy a sacarte de mi vida, y en el fondo te seguiré esperando cada día de la semana. Recuerda que te regalé mis sábados. Pero necesito que alguien mantenga mis pies en la Tierra. 
Necesito mi motivo para levantarme los odiosos lunes... Y no te sientas decepcionado, hundido, no creas ni por un momento que no te quise, que no te quiero lo suficiente. O que bastan unos ojos como los suyos para olvidarte. Que yo siempre escribiré sobre ti, te pensaré en todos los cambios de clase. Él es mi excusa para sobrevivir. Como si tu hubieses sido mi aire, o más bien mis pulmones, y sin ti no pudiese seguir respirando. Como si él fuese una bombona de oxígeno que me ayuda a continuar hasta que tu decidas volver.
Entraste como un huracán y pusiste mi pequeño mundo patas arriba, ahora tengo que reorganizarlo y no sé si seré capaz yo sola...




I Just Wanna Be Yours

"Si pudiérais, aunque solo fuera un segundo,
verlo con los mismos ojos, 
con los que lo miro yo, os enamoraríais"

Me veía obligada a preparar un reencuentro. Pero no uno cualquiera, uno como el de mis libros, digno de literatura. Algo ídilico, inesperado. Único. Un reencuentro donde él viese en mí algo que se le pasó la primera vez.
Que descubra en cuanto me vea que soy todo lo que ha estado buscando. Un amor a primera vista de segunda mirada. Que lo abrumen los cambios, que se seque su boca, que se pregunte si realmente soy yo. Que se sorprenda. Que dude de todo lo que conoce. Que se cuestione el mundo. 
Porque ya cometí el error de enamorarme en el peor momento de quién menos debía. Y me dio igual, porque él era un sueño y yo siempre fui de las que creen que si lo deseas con fuerza y luchas por ellos, se hacen realidad. 
Y caí hechizada por sus ojos llenos de magia, por su sonrisa, por la miel de sus palabras. Que me perdí en la espesura de su pelo negro. Y ahora lucho por sacarlo de mi cabeza, y por retenerlo en el corazón. Que lucho por olvidarlo y porque sea mío. Que no tengo un plan de batalla y en mi propio bando hay dispareidades. 
Que salga cara o salga cruz, llevo las de perder.


PD: ¡HOY ES EL DÍA! Mi último exámen y por fin podré dedicarme en cuerpo y alma a mi blog, así que os doy las gracias por seguir leyéndome y os suplico una última cosa... ¡Deseadme Suerte! (Ojalá sea por última vez).

No ves que siempre vas detrás...

... Cuando persigues al Destino.


No hay forma de escapar. Ya no sé como salir de esta. Tengo que sacarme todo el veneno para poder seguir... Pero no sé si quiero, es tan cálido... Tus palabras como la manzana de Blancanieves, dulces y tentadoras. Como la rueca de la Bella Durmiente, afiladas y envenenadas. Tus ojos, como el café de por las mañanas, intensos, adictivos.
Mi ángel se fue, mi parte buena voló... Y ahora mis demonios y yo estamos más unidos que nunca. 




No volveeré a quererte tanto...

... No volveré a dejarte de querer.


Me paso el día pensando en ti. En las nubes. Me paso las noches soñando contigo. Construyendo castillos en el aire. Derribando murallas, matando princesas, conquistando reinos, amaestrando dragones.  He apagado la realidad como se apagan las velas, de un soplido. Me he distanciado del mundo, por que no me gusta, porque prefiero imaginarte en mi vida que reconocer que te has ido. Que yo prefiero idealizarte cada día y pintarte de mil colores, en diez mil formas. Me he rendido. 
Y pensar que el brillo de la luna no es más que el reflejo del sol. Y pensar que en parte eso es mi vida, una proyección de lo mucho que te necesito, que me encantas. Que vivo de ti, y me alimento de recuerdos, pero no es suficiente, estoy desnutrida, débil... Te respiro sin que estés y me faltas, me ahogo. Anochece y el brillo se hace más intenso, y el vacío crece... Ya no amanece porque tu te has ido. Ahora todos los días son lunes lluviosos y la promesa incumplida de olvidarte sigue escrita en un papel arrugado sobre la mesa donde tantas cartas te dediqué.


Te Robo Una Frase III

Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando. —Julia Navarro —Dispara, yo ya estoy muerto.

Ya no había días felices. Una sombra los había eclipsado. Me levantaba, seguía una odiosa rutina de sofá y cama. De helados, croissants, chocolate y cafés. Cada día parecía más igual, y más horrible que el anterior. Era como si no hubiese noches, porque no conseguía dormir. Tenía ojeras, que ya parecían inherentes a mí. No sabía cuando me habían salido, pero tenía la sensación de que no se irían jamás... Todo empezó el día que salió de mi vida, el día en que me dijo, que ya no quedaba nada que nos uniese, que todo aquello que habíamos vivido se había vuelto un recuerdo vago para él, como un mal sueño cada vez menos nítido. Y yo estaba ahí, hecha un lío, tratando de comprenderlo, de no romper a llorar, de autoconvencerme de que aquello era una pesadilla y de que estaba a punto de despertar. Pero jamás desperté.
Yo era hija única, huérfana de padre y madre, estaba sola en el mundo. Sola, salvo por él. A él que lo conocí una tarde lluviosa en el Starbucks. Él que cuando me sirvió un Frapuccino de Mocha blanco, escribió en el vaso, "Preciosa" y su número de teléfono. 
Era la primera vez que me pasaba algo parecido y me sentí como en un cuento. Por fin era la protagonista de mi propia película, y por una vez no era de terror...
Aún así, ahora me había abandonado a mi suerte, cuando más enganchada estaba... Y yo a estas alturas ya no puedo vivir... En realidad, si que puedo, pero ¿Para qué? ... Es decir, no tengo familia, ni amigos, ni trabajo, ni estudios... Estoy de ocupa en un piso lleno de mugre, de cucarachas y suciedad... 
No quiero que sintáis pena por mí, ni que me tachéis de cobarde... Yo creo que podemos elegir que hacer con nuestras vidas, siempre y cuando nuestra decisión no afecte a nadie... En mi caso sólo hay una persona que podría echarme de menos y hace más de un mes que no sé nada de él...
Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando. 

... Creo que ya he elegido.


PD: Hoy tengo mi penúltimo exámen, y prometo que a partir de la semana que viene traeré textos novedosos cada día y no sólo mis textos antiguos y las iniciativas. ¡Deseadme suerte una vez más, muñecos!

Delirium Trémens II

Capítulo II. Las Fases.

Primera fase: Seis horas y trece minutos desde el último trago.

Agitación. Temblores. El cuerpo de George se agitaba con una violencia impropia, es cierto que hacía frío, pero estaba seguro que no eran los causantes de tanto movimiento espasmódico. Tenía naúseas y no pudo convatirlas durante mucho tiempo. Vomitó en una esquina de un callejón oscuro que ya de por sí olía mal. Tenía la boca pastosa. Sudoraciones. Se sentía realmente mal. Jamás pensó que eso podía ser tan duro. Trató de arrastrarse hasta el cochambroso piso que tenía en el centro de la ciudad. Y a duras penas y contra todo pronóstico, lo consiguió.
Durante el camino le pareció ver a un lobo conducir un taxi, sacudió la cabeza, parpadeó con fuerza y comprobó que solo era un hombre demasiado peludo, pero hombre a fin de cuentas.
Séptimo piso. Sin ascensor. En la quinta planta sintió calambres por todo el cuerpo, impropio para un hombre que había dedicado gran parte de su tiempo machacándose en el gimnasio... Cuando al fin llegó a su planta y con una dificultad desmesurada consiguió abrir la puerta, se lanzó al baño. Se encerró en la ducha y dejó que el agua helada lo calase hasta los huesos. Mientras las gotas limpias arrastraban la suciedad que cubría su cuerpo, los temblores volvieron a azotarlo.
Muy a duras penas consiguió enjabonarse, labarse la boca tan bien como pudo y recostarse desnudo en el sofá. Pero por mucho que lo intentó. No lograba conciliar el sueño. Insomnio. Un sintoma más. Pensó.

Segunda Fase: Veintidós horas y ocho minutos desde el último trago.

A duras penas había conseguido dormir un par de horas. Se levantó como pudo del sofá y se acerco a la cocina, vaciló frente a la nevera, necesitaba beber. Lo necesitaba urgentemente, pero él era más fuerte que todo eso. Se acercó al grifo, lo abrió y metió la cabeza bajo él. Esperando que el agua fría le aclarase las ideas. Volvía a sentir naúseas. Pero no había nada en su estómago que pudiese vomitar. Aún así, las arcadas se sucedían una tras otra, provocándole temblores. 
El esfuerzo desmesurado de su cuerpo por expulsar de su estómago algo que no existía, le provocó nuevamente un dolor de cabeza insoportable... George no sabía cuanto tiempo iba a durar todo aquello, y eso lo volvía loco. Se movía de un lado a otro del piso, buscando algo con lo que mantenerse ocupado. Encendió la televisión. 
Un accidente de tren. Un anuncio sobre plantillas de pies. La muerte de un famoso personaje. El café más delicioso del mundo. Un programa del corazón. Una película mala. Noticias. Teletienda. Porno. Dibujos animados. Una serie sobre adolescentes estúpidos... 
Cansado de tanta basaura, apagó la televisión. Estaba pegajoso a causa del sudor. Decidió volver a la ducha. Bajo el agua helada no hacía más que pensar en su hijo. Estaba destrozado, tanto por dentro, coo por fuera. La imagen de George era la de un hombre hundido... Un hombre sin motivos para vivir, pero que seguía vagando como un fantasma por la inmensidad de la Tierra... Mientras trataba de ahuyentar las lágrimas y los malos pensamientos, oyó como llamaban a la puerta.
Salió rápidamente, se cubrió como pudo con una toalla, y aún empapado abrió la puerta.
Nadie.
Frunció el ceño, y cerró la puerta. ¿Habrá imaginado que tocaban el timbre? ... No puede ser. Había oído claramente el sonido. "Ding Dong". Ahí estaba otra vez. De nuevo agarró el pomo y lo giró con furia.
- Hola George...
-¿Cara? - La chica nueva de la oficina estaba ante él, con una falda demasiado corta, con una camiseta demasiado ceñida, con una expresión demasiado sensual. ¿Qué está sucediendo? pensó George.
-¿No vas a invitarme a pasar? - Dijo la chica con una voz acaramelada, dulce, pero provocadora al mismo tiempo.
-Claro... Disculpa que te reciba así - Dice, abriendo la puerta del todo, se gira para apartar su ropa que todavía sigue en el suelo - ¿Qué te trae por aquí? - No recibe respuesta - ¿Cara?
Cuando vuelve a girarse para enfrentarse a la chica, comprueba que no hay nadie...
- ¿Qué demonios? - Dice mientras da una vuelta sobre sí mismo para comprobar que no está por ninguna parte. Busca en todas las habitaciones, sale al pasillo... Nada. Ni rastro de la chica...
Aturdido se sienta en el sofá. La habitación empieza a dar vueltas, el suelo parace de goma, las paredes se desmoronan ante él...
George se desmaya y cae al suelo donde permanecerá tendido durante diez horas.

Tercera Fase: cincuenta y dos horas y cuarenta y tres minutos después del último trago.
La cosa se pone fea... George ha entrado en el 
                                                                     D
                                                                        E
                                                                             L
                                                                                  I
                                                                                      R
                                                                                          I
                                                                                             U
                                                                                                  M
                                                                                                      T
                                                                                                         R
                                                                                                            É
                                                                                                                M
                                                                                                                    E
                                                                                                                        N
                                                                                                                             S


Necesito empezar a llorarte

Tengo que asumir que ya te he perdido, que no puedo seguir viviendo de recuerdos, de momentos pasados. Debo arrancarte de mis entrañas, aunque me duela más que la sensación de echarte de menos a cada segundo. Tengo que sacudirme de encima la última sonrisa, la que todavía me provoca un cosquilleo cuando la pienso. Necesito darme una ducha fría de realidad, que me cale hasta los huesos, que me desatornille tus ojos del corazón. Tengo que abrir la ventana y tirar las cartas que nunca te di... Porque un día tuve entornada la puerta al corazón y tú entraste como una tromba, sin permiso, sin avisar y ahora tengo que cerrarla, pero no puedo. No quiero quedarme dentro, ni dejarte fuera. 

Debería empezar a llorarte, comprender que "nuestro" tiempo pasó. O mejor, entender que nunca fue. Que agua pasada no mueve molinos. Que los sueños, sueños son. Que no por mucho madrugar amanece más temprano y que más vale pájaro en mano que ciento volando.



Solo tú podrías matarme de calor en pleno enero

Todas mis entradas llevan tu nombre. Escrito con tinta invisible, en letra de hormiga. En mi piel hay grabadas cicatrices con tus iniciales. Para no olvidar nunca a quién me hizo más feliz en el menor tiempo posible. Has batido un récord en mi alma y quedará para la historia. Porque nunca nadie me caló tan hondo, porque nunca soñé querer así, porque jamás inventé tantas historias, ni creí en el amor de literatura hasta que apareciste. 
Y será como si nos hubiesemos conocido desde siempre. Y aunque no ha pasado tanto tiempo, tengo la sensación de que no te veo desde hace siglos. Porque me has matado de calor en pleno invierno, y ahora mis veranos son fríos sin ti.
Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo habían cobrado vida de repente, tenía la piel de gallina y temblaba, él se acercó;
-¿Frío?- Dijo con una sonrisa mal disimulada.
-No es frío, eres tú- Respondió ella muy seria.


I'm a Rock not another grain of Sand

Me dicen que soy muy negativa cuando escribo y empiezo a creérmelo. Apago el móvil para evitar los WhatsApp, los correos eléctronicos, los mensajes de twitter, las imágenes nuevas de Instragram y hasta las peticiones de amistad de facebook. No estoy para nadie, no quiero estarlo. Por un día me apetece estar sóla, y sienta bien eso de no saber nada del mundo por un día. Y respirar el aire de la incertidumbre, reconocer ante ti por un día que no pensar en los demás no es tan malo. Que olvidarte por un día de cuantos te rodean para pensar en ti, en lo que quieres, en lo que buscas, en las oportunidades perdidas, en las que vendrán, en el futuro, es agradable. Saber que hoy no habrá favores que cumplir, sonrisas que fingir, historias que escuchar, sólo recuerdos es agradable. 
Debería reservar un día al mes, para pensarme, para olvidarme, para fingir que no existo en el mundo y que lo que me rodea no me afecta. Un día al mes para tomar café y escribirte, para regalarme las horas. 



And You're My Masterpiece

Comparto piso con un artista frustrado, un pintor de fantasías, un maestro con el píncel que guarda junto a los lienzos y las paletas, que esconde entre los vivos colores de sus pinturas una bolsita con éxtasis. Comparto piso con un músico, un hacedor de maravillas, un virtuoso del piano enganchado a la cocaína. Que corta el polvo blanco con el dorso de las partituras que tanto le cuesta escribir. Cuando yo estoy falta de inspiración me acuerdo de tus ojos, mi musa son tus sonrisas. Me has inspirado mejor que mil baladas de amor. Mis textos sólo saben hablar de ti. Mi subconsciente sólo sabe soñar contigo.
Comparto piso con un enganchado al éxtasis y un cocainómano, y ellos comparten piso conmigo que estoy enganchada a ti.  Y probablemente yo sea la primera en morir de sobredosis. Porque siendo sinceros, tú eres demasiado para mí.



Me has cambiado (la vida)

Hice de ti mi oxígeno para poder respirarte.
Fuiste mi primera bocanada de aire,
como  empezar a vivir de nuevo,
ahora sé que vivir sin ti, ya no es vida.
Te dedico todas las canciones de Bon Jovi
y cada uno de mis quebraderos de cabeza.
Que me haces y deshaces a placer,
que sin buscarme, me encuentras.
He hecho de ti mi esencia. Mi todo.



PD: Hoy tengo mi segundo examen, el primero me salió bien. Sigo esperando la nota y ojalá este también sea un éxito. ¡Deseadme Suerte, una vez más!

Correspondecia Ajena IX

¿Quieres participar en Correspondencia Ajena? ¡Click Aquí!

Emisor: Cirujano Plástico. Receptor: La sociedad.

Querida sociedad,

Sé que algunas personas me consideran un monstruo, aunque no entiendo por qué. Vuestra hipocresía crece, como algunos de los pechos que opero. Primero decís sentiros orgullosos de ser como soys. Felices por haber nacido tal cual. A medida que crecéis encontráis errores en vuestros cuerpos y en los de los demás y los juzgáis por ello. Muy gorda, nariz demasiado grande, bolsas en los ojos, papadas, pechos pequeños, poco culo... OS convertís en la enfermedad que empuja a la gente a arrastrarse hasta mi consulta. Y cuando al fin se deciden a retocar la parte de su cuerpo que quieren cambiar. Seguís criticando. "¿Piensas someterte a una operación peligrosa para cambiarte? ¡Eres perfecto tal y como eres! ¡Estás fantástica tal y como estás!". Los convencéis de la locura que supone ponerse en mis manos.
A pesar de todo la gente continúa operándose. ¿Y ahora qué? Ahora vienen los juicios, "¿Por qué lo has hecho? Estabas mucho mejor antes" o los que se rinden "Has quedado fantástica, te favorece". 
Estoy cansado de vuestros juicios por todo y por todos. Dejad que los que no están de acuerdo consigo mismo se operen, dejad de juzgarme por mi trabajo, porque también tengo que ganarme la vida, y me gusta hacer feliz a la gente cambiando aquello que los acompleja.
Eso sí, no me neguéis después de pasar por mí. No os atribuyáis el mérito de esos labios carnosos, de esos pómulos altos, de esa nariz respingona y ese cuerpo de revista. No os atreváis a menospreciar mi trabajo y a fingir que jamás existí. Porque yo os he dado todo lo que tenéis ahora y merezco un poco de reconocimiento.

Atentamente, William Chase, Cirujano plástico.



Delirium Trémens I

Capítulo I. Prólogo.

Camina arrastrando los pies, botella en mano,  por una calle que le resulta familiar, aunque ya no tiene ánimo, ganas, ni fuerzas, como para molestarse en, tan siquiera, intentar reconocerla. Este es George, un hombre de cuarenta años, desaliñado, cansado de una vida que hace tiempo le dio la espalda. Anda encorvado, su barba descuidada lo hace parecer un indigente. Sus ojos oscuros, tuvieron un brillo anteriormente que conquistaba a la primera mirada. Ahora ese brillo se ha apagado, y parecen vacíos. Es como si no mirasen. Lleva la ropa hecha girones, y su olor corporal invita a las arcadas.
Cuesta creer que estemos hablando de George Peace, el hombre condecorado. El Sargento George Peace, un hombre que jamás se daba por vencido hasta acabar los casos. Un hombre que arrancaba suspiros a las mujeres con tan solo chasquear la lengua, un hombre que a pesar de todo, solo amaba a Carol, su esposa. Un hombre que quería a su hijo Cam más de lo que quería a su propia vida... Tal vez por eso ahora está así. Sin él, su vida, ya no es nada. O eso cree...
Fue hace ya nueve meses... Carol caminaba junto a Cam, a la tierna edad de tres años, todo parece nuevo, todo es interesante... Aquella señora gorda con el pelo de un color estrambótico, la tienda de golosinas, los coches de tantos colores y tamaños. Los inocentes ojos del niño repasan cuanto ven tratando de captar cada segundo. Y algo lo hechiza, como si fuese magia. El semáforo. Alto. Completamente nuevo para él... Y entonces ¡Cambia de color! ... Mientras él trata de alcanzar la parte más alta de la viga que tiene el poder de detener a los coches, su madre se distrae con las preciosas joyas de Tiffany's... Ese collar... El brazalete... ¡Los pendientes a juego! ... Si ya lo decían, los diamantes son los mejores amigos de la mujer, aunque esta vez, la vanidad le costaría un precio demasiado caro.
Cuando la mujer, todavía embelesada por el brillo del escaparate se gira en busca del fruto de su amor, no lo encuentra. Un escalofrío le recorre todo el cuerpo y empieza a ver borroso. Tiembla. Y mira frenéticamente de un lado a otro, tratando de encontrar a ese pequeño muñeco rubio que hace unos minutos llevaba de la mano. Un grito ahogado sale de su garganta y cae al suelo, pero no tiene tiempo de hacerse un ovillo. Se levanta y a trompicones corre por la calzada, se acerca al semáforo que cautivó a su hijo y se agarra como puede a él para no caer al suelo. Unos cuantos curiosos la miran. Se debaten entra acercarse o no, el miedo a que sea una loca, el altruismo por ayudar a quien parece desvalido y un poco de curiosidad, hace que algunos se decidan.
- ¿Señora? ¿Se encuentra bien? - Pregunta un hombre mayor, vestido de traje y con un sombrero.
- ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¿Dónde está mi hijo? - Sus ojos ven, pero no miran. Su boca profiere sonidos, pero no piensa lo que dice. Todo es instintivo. Ya no está en la calle, está centrada en su hijo desaparecido. Recordando como era, por miedo a olvidarlo, si no vuelve a aparecer. Este último pensamiento, "No volverá", la hace derrumbarse. Carol comienza a llorar y cree que no podrá parar nunca. No desea parar nunca. Lo único que pretende es ahogarse en su propio llanto. Su hijo ha desaparecido mientras ella miraba joyas... ¡JOYAS!
***
George da un trago largo a la botella... El Whiskey barato es realmente asqueroso, le araña la garganta, le deja un sabor más que horrible en la boca, y aún así da otro trago, más largo aún si cabe. Recuerda donde estaba cuando le dieron la noticia. 

Secretaria nueva, Cara, pelo corto y negro, ojos grandes y oscuros. Sonrisa arpía. Gafas, como le gustaban. Estaba hablando con ella, embelesándola con sus palabras. Jugando con la muñeca nueva de la comisaria, aunque después no pensase acabar la partida...
- ¿Sabes? Te gustará trabajar aquí, Cara.
- Estoy segura de ello - Dice con una sonrisa maliciosa.
Los dos sonríen. Es entonces cuando el Teniente Dave se acerca a donde están, su cara seria lo dice todo, pero George no tiene los sentidos puestos en su superior. 
- George...
- ¿Qué pasa Dave? 
- ... George ... Será mejor que te sientes... Esto no es fácil, George...
Se tensa. Sus músculos se vuelven rígidos y miles de ideas horribles atraviesan en un minuto la mente de George. Pero nada de eso lo prepara para las siguientes palabras del teniente.
- George, Cam ha desaparecido.
***
Recordarlo lo hace sentir como en aquel momento. Se marea. El mundo parecer girar en sentido contrario. Oye las ratas a su alredeor, parece que se ríen de él... Cam, ¿Dónde estás? Dice. Más para sí que para que lo oiga nadie. 
Los meses que siguieron a la desaparición fueron aún peores, culpaba a Carol de todo. Para él, esa mujer había destrozado su vida, y aunque el fondo sabía que no había sido a propósito, que ella también estaba sufriendo, no podía evitar odiarla. Su niño... Su precioso niño de pelo rubio, y ojos ámbar. El sonido de su risa como unos cascabeles alegres que siempre lo hacían sonreír. 
George se volvió agresivo, mujeriego y alcohólico. Carol trataba de acercarse a él, pero sólo conseguía chocar contra el muro de su desprecio, sus palabras envenenadas. Ella no podía con tanto peso. El de la culpa que la consumía, y los reproches de la persona a la que ama. Estaba destrozada. Embotada por la multidud de pastillas. Antidepresivos, pastillas para conciliar el sueño... Tranquilizantes. No podía más. Fue entonces cuando Marc, apareció en su vida. El secretario de su terapeuta era guapo, no demasiado joven, pero daba igual. Le daba el cariño que su marido le había retirado hacía ya cinco meses.
***
Ahora George, recuerda a su mujer, pero no se siente culpable de las cosas que le dijo. Lo sigue pensando. Ahora tiene mucho tiempo para pensar. Después de lo de su hijo, del nuevo novio de su mujer, de la que aún no se había divorciado, y de su nuevo afición de llegar borracho al trabajo, la vida del Sargento había cogido una carrera descendiente y nadie sabia donde acabaría. Pero todos estaban seguros de que el resultado sería catastrófico.
***
- George, esto no puede seguir así - Dve hablaba serio, desde el otro aldo de la mesa de su despacho. Sujetaba un bolígrafo con la mano izquierda y a veces se lo llevaba a la boca para mordisquearlo.
- ¿Vas a echarme? - La agresividad de George aumentaba con el alcohol. 
- Tómatelo como unas vacaciones.
- Sólo quiero a mi hijo... - Hablaba con pausas largas, como si encontrar palabras tan simples como los artículos para hacer coherente las frases le costase de forma sobrehumana - Soys una panda - respira hondo - De inútiles.
- George...
- ¡NO! - Grita. Movido por el whiskey y la rabia. Cegado por sus instintos- ¡NO ME ECHAS! ¡ME VOY! ¡YO SOLO ENCONTRARÉ A CAM! ¡ CAM HIJO MÍO, PAPÁ VA A BUSCARTE! - Las lágrimas caen por sus mejillas y le dan un aspecto tétrico. 
La imagen de un hombre completamente roto.
***
A pesar de que aquel día iba borracho lo recuerda perfectamente. Han pasado dos meses más desde entonces. En total son nueve, y sigue sin saber nada de su hijo. La única conclusión a la que ha llegado es a que el alcohol no es una solución, así que es hora de tomar una decisión.
George va a dejar de beber. Se acabó la anestesia de los sentidos para ahogar el dolor. Necesita estar completamente despierto para encontrar a Cam.
... Lo que George no sabe, es que uno de los síntomas del mono iba a pasarle factura.



De aquí en adelante, mis sábados son tuyos

Guárdalos en una caja, tíralos por la borda de tu vida. Hazles caso omiso. Píntalos y cuélgalos de la pared. Crea una escultura de mi amor eterno. Una estatua desgastada con los versos que te escribí. Mis sábados están dedicados a tus sonrisas, a tus miradas. Miradas que no pertenecían a nadie, pero que yo quise hacer mías. Sonrisas que significaban mundos. Que ya no quiero los sábados, porque tú no estás, por eso te los regalo. Fírmados con un "te echaré de menos cada día". Sellados con lágrimas. 
Mis sábados que perdieron la condición de "días felices" en el momento que saliste por la puerta. Se derrumbaron con un ruido sordo, y me quedé recogiendo los pedazos rotos, reconstruyendo el recuerdo para tenerlo siempre. Pero no encontré todos los trozos y ahora mi cuadro está incompleto. Eres la pieza. Eres el recuerdo. Eres mis sábados. Eres lo único que me ha dolido perder.
Cada sábado que ya no tengo, te enviaré un te quiero, un te extraño. Un todo.



365 días +7 para olvidarte

"Y no volveré a quererte tanto,
y no volveré a dejarte de querer" 

-Fito y los Fitipaldis.

¿Serán suficientes trescientos setenta y dos días para sacarme tu recuerdo del alma? ¿Se llevarán los días de lluvia y tormenta los sentimientos desgastados, al igual que arrastran las hojas secas de la acera del parque donde nunca paseamos? ¿Hará el sol de la primavera que broten raíces y enredaderas sobre mis memorias, serán cubiertas por las malas hierbas hasta desaparecer de mi vista? ¿Se llenarán de polvo los momentos cuando deje de pensarlos? ¿Dejaré de pensarlos realmente o serán palabras vanas otra vez?, ¿Quedarán los recuerdos olvidados en cajas en algún rincón de mi desordenada cabeza? ¿Un par de capas de pintura taparán las huellas que dejaste? ¿Lograrán las lágrimas expulsar el veneno de un amor contaminado? ¿Sanará el tiempo las heridas? Lograré deshacerme de las noches en vela? ¿Saldrás de mis sueños algún día? ¿Realmente hay un número exacto de días, semanas o meses para borrarse a alguien del corazón, i es sólo la esperanza a la que nos aferramos los afectados, los damnificados, los mártires... Los soñadores sin alas?



Prometo dejarme olvidado, sin querer queriendo, tus miradas en el vagón de un tren.
Prometo dejarme tus sonrisas en el balcón de un hotel de París cuando amanezca.
Prometo romper tus fotografías y los botes de perfume con tu olor, en mi próxima recaída.
Prometo enterrar el tacto de tu piel bajo las toneladas de arena en el desierto del Sahara.
Prometo ahogar el recuerdo de tus ojos bajo las profundidades del mar Mediterráneo.
Prometo escribir tu nombre detrás de cada cuadro que no pinte.
Prometo olvidarte cada día de mi vida.

Lo que no puedo prometerte es que dejaré de escribir de ti. 
Porque no podría aunque quisiera, y aunque pudiera no quiero.

A Heart Full Of Love

-¿Me odias?
-Te odio, te odio mucho porque te quiero demasiado. Porque no quiero desearte, porque no me gusta necesitarte tanto, pero aún así lo hago. Y te odio... Te odio porque me haces perder el control y el norte, porque me pones nerviosa. Pero sobretodo te odio porque nunca serás nada mío.
-Te lo volveré a preguntar, ¿Me odias?
-No te odio...Es que tengo el corazón roto.
Me miraba con esos preciosos ojos, me pedía explicaciones sin pronunciar palabra, no era para menos, me contradecía yo misma cada vez que abría la boca. Deseaba besarlo, cuanto lo deseaba. Pero no podía permitirme el lujo de darlo todo solo por un segundo, eso si, probablemente hubiese sido el instante más feliz de toda mi vida. Efímera felicidad. Seguía observándome, esperando que yo dejase de balbucear. Y yo lo deseaba, quería poner en orden mis ideas y explicárselo todo, pero no podía.

Seguía estando loca por él después de tanto tiempo. Y ahora temo que nunca se me pasará.

PD: Hoy a las 9:30 tengo el primer examen (Sociología Jurídica), dios, me muero de nervios, estos últimos textos, los escribí hará como un año y a veces notareís que son distintos en la forma de escribir y eso.
¡Deseadme suerte!

Frenético

Como un lobo, como siempre fue. Me busca, pero esta vez no me encuentra, hace ver que no le importa. Pero yo sé que si. Por las noches aulla con otras en la cama tratando de sacarse de la cabeza como era cuando estaba conmigo. Busca en otros cuerpos cualquier cosa que le recuerde a mí. Busca otras curvas en las que chocar. Entierra su cara en otro pelo, pero nunca es el mío. Besa otras bocas, y no encuentra mi sabor. Se vuelve loco por tenerme de nuevo aunque se esfuerce en evitar mirarme cuando nos cruzamos por la calle. Para no tener miedo a nada le aterra quererme.
Y echa de menos el dolor de mis uñas en su espalda y mis sonrisas a quemarropa en la comisura de sus labios. Sé que todavía guarda un recuerdo reciente de mi último mordisco en su cuello, sé que se estremece al pensarlo. Sé que me piensa a todas horas. Sé que nunca dejaba de sonreír cuando estaba conmigo.
Ahora sueña conmigo y desea tener insomnio.

"Sabes que te encantaría tenerme de nuevo"


Triste Balada de Ti

Sigue lloviendo, y te recuerdo a cada instante,
cuando la lluvia pare, el sol brille y los coches
ya no estén mojados, yo te seguiré recordando,
te seguiré pensando aunque sea otro día,
porque hace falta algo más
que un poco de lluvia para borrarte de mí.



Dear Diary IV

"Chica de veintiocho años  sentada en su habitación frente a un vestido blanco completamente destrozado"

Querido diario;

Hoy debía haber sido mi día. El mejor de mi vida. Ese con el que la mayoría de las chicas de mi edad soñamos. Hoy lo único que debería preocuparme es si estoy lo suficientemente perfecta para recibirlo a él en el altar... En cambio me encuentro frente a mi vestido. Destrozado. ¿Por qué? Por un arrebato. Una vez más mi enfermedad ha podido conmigo. Mi trastorno que no va a dejarme vivir nunca. Este horrible trastorno de la personalidad que me hace pasar de ser el Doctor Jeckyll a convertirme en Míster Hyde.
¿Por qué tengo que convivir con esto? Ahora no sé como enfrentarme a todos. No sé cómo arreglarlo. Solo se me ocurre ponerme los jirones que han quedado como una disculpa. Una especie de penitencia que deja al descubierto, no sólo mi piel pálida, sino mi trastorno, mi vergüenza. No hay forma de contenerlo, ni de pararlo. Todos a mi al rededor se acabarán marchando, es fácil soportar mis manías... Pero mi otro lado... Es algo mucho más difícil de contener.
Lo siento. Y me faltará vida para disculparme con todos aquellos a los que les he hecho daño...