Ni Clavos, Ni Esclavos

Eres algo así como el frío del invierno que se me ha anudado a la garganta en forma de bufanda. Una bufanda que no me calienta, que me ahoga. Eres la golondrina que anida en mi balcón y me canta por las mañanas. A sabiendas de que odio los pájaros y que esa canción me pone triste.
Eres un espejismo en el desierto de mi vida, ahora que ya no estás. Que no sé cuando volverás. Y es que me ha dado por echarte de menos. Echarte de menos más. Más porque este vacío que crece y me devora es cada vez más difícil de llenar.

Tengo que aprender a sobrellevar el no tenerte. No saberte. No oirte. Tengo que dejar de lado los comodines, los clavos. Los personajes de transición. Viajantes viajeros que ocuparán tu lugar hasta que vuelvas... Pero yo... Yo que he nacido bajo las ganas de encontrar el amor, de saberse perdido en unos ojos ajenos, nacida bajo las ganas de sentir, de dejarme llevar... Ahora muero esclava de unos besos que no me has dado aún, los que recuerdos que no tenemos. Porque de nuevo te has ido. Te has ido sin mí. Sin nosotros. De nuevo, me duelo.

Y miro a un lado y a otro, y me pregunto si te fallo cuando estoy con otra persona, si las ganas son de ti. Que el frío aprieta y me escondo en otros brazos, en otros besos.
Perdona si te invento en otra cara, que la tuya ya está borrosa, en otro cuerpo. En otra cama. Perdona si te sueño, y no te busco...

Perdona y olvida, que yo me encargo de recordarte. Que no saldrá el sol tantos días como para que deje de quererte (mío). Pero mientras siga nevando, tu recuerdo se congelará y tal vez me duelas menos, o tal vez te piense más... No sé.

Cada café tendrá tu aroma y cada vez que pase por la Estación me acordaré de ti, porque los inviernos no me hielan el corazón.


Primera Página

Bries llegó a casa cansada de la gente, de la verdad, de la mentira, del amor, de la comida y de todo lo que la rodeaba. Bries soltó el bolso sobre la cama, fingió interesarse por las noticias, fingió un apetito voraz, fingió que existía, que era feliz y por fin, cuando todos estuvieron encantados con su comportamiento, se encerró en su habitación, cogió su cuaderno, el Boli de La Verdad, como ella lo llamaba y se desahogó contra el papel así:

Querido Tú,

Hoy es el día Séptimo Cuarto sin ti. Hoy estoy más harta que nunca de la gente, de tu ausencia. Del vacío que duele. Del pensarte. Del buscarte sin encontrarte. Estoy harta de saberte imposible. De escuchar canciones que hablan del adiós. De ver películas que cuentan historias que siempre acaban bien. 
Hoy, me han roto el corazón por ultimísima vez. Hoy, la historia de tu vida. De tu realidad me ha pisoteado el alma. Y me duele. M-E-D-U-E-L-E-S. - Bries, estaba totalmente enamorada de alguien a quien había visto en contadas ocasiones. Con quien había intercambiado muy pocas palabras. Alguien que le había hecho sentir, no sólo mariposas, sino todo el arca de Noé en el estómago. Y ahora alguien, sin pretenderlo, sin saber lo que significaba para ella, había destruído, demolido, arrasado, con cualquier esperanza que ella pudiese albergar- Te odio. Lo odio. Odio a todo el mundo.

Querido tú, ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué? Siento que nada tiene sentido, que navego en un barco a la deriva entre mis ganas y una realidad que se cree pesadilla. El mar de dudas. Y tus ojos... Y el miedo. Y las ganas de quemar este diario que tanto y tanto sabe de ti...


Pero aunque lo intentó con todas sus fuerzas, no encontró las palabras que buscaba para describir lo que sentía. Quería llorar, gritar, y arrancarse todo lo que sentía de cuajo. Pero lo único que mostraba era una apatía errática. Estaba quieta mirando la mesa, el cuaderno, su boli. Pensando en lo ilógico de la situación y en como hacer para superar una enfermedad que no tenía cura...

"Porque el amor, o muere o mata.
Y amores que matan, nunca mueren".


Quería decir que participo en:

Suéñame Despierto

Y cuando la distancia parece insalvable, llegan los sueños para unirnos. Anestesia general para unos dolores que no tienen cura. Porque mi subconsciente te inventa cada noche que no estás. Y a pesar de las mañanas desoladoras y las tardes tristes, las noches se vuelven un alivio, porque aunque no seas real. El de mis sueños eres tú. Un bálsamo sanador de unas heridas que arden como el fuego de los mismisimos infiernos. Un dolor tan indescriptible que supera el diez, el cien, el mil. El infinito y el más allá.  Un vacío tan profundo que el núcleo de la tierra se queda en nada. Se queda helado. Frío. Como fría me quedo yo esperándo en la Estación.  Una vida tan sinsentido como morir sin ser besado... 

Y esque tengo dos adicciones el café caliente y tus ojos, y ambos tienen el mismo color.


El cielo no está lejos, nosotros si

No sé si creéis en el amor a primera vista, yo si.

Me quitaste el sueño, mientras no miraba. Me pintaste sonrisas en cuadros vacíos. Me devolviste la esperanza cuando más perdida la sentía. Me arrancaste el dolor que otros se dedicaron a sembrarme. Hiciste que recordara todos aquellos poemas que olvidé, pero que tanto amaba. Y no sabes todo lo que me provocas, cuando me miras, y no te puedes imaginar cuanto pienso en ti, y si te lo contara...  Me tacharías de loca, de desquiciada. Y no podría negártelo. 
No podrías creer, cuanto te echo de menos. Has sido una especie de ola gigante que ha ahogado lo malo, un huracán que arrasó con las penas.

Y no sé tú, pero yo creo en el Destino, ese cabroncete caprichoso, y que si nos hemos encontrado en esta vida, debe ser por algo, y ese algo está ahí por nosotros, que las casualidades, no nos gustan a los románticos. Todo necesita su porqué. Y tú eres el mío. Que te necesito. Cada letra de esta carta, cada punto y cada coma, te llevan dentro. Porque sin ti, no existiría. Cada minuto que pasa, se me clava, y pensar que puedes estar en cualquier lugar, con cualquier persona que no soy yo, me duele.

Pero puedo soportarlo, como aprendí a soportar otras muchas cosas. Porque la primera vez que te perdí, que desapareciste, porque así es la vida. Yo no perdí la esperanza de volver a verte. Y ahora tampoco me rendiré.

Te buscaré en cada carretera, aunque tenga que caminar descalza sobre una vía de sueños rotos. Aunque esos sueños sean los míos.

Anda, vuelve pronto, por favor. 



¿A la tercera...?

No hay dos sin tres. Tengo una pendiente. Me la debes.

Suspira. Mira el reloj. Tiene miedo al tiempo. Nota como se le escapa de las manos y por más fuerte que cierre los puños, no consigue detenerlo. Mira al techo y se pregunta si lo ha hecho bien. ¿Es feliz? Ella cree que si. Sonríe. ¿Eso es felicidad, no? No lo sabe. No está segura. El cristal está empañado. Dibuja un corazón . Recuerda su sonrisa. Lo borra. En realidad, no podía haberlo hecho mejor.

Y aún así piensa que quizá no haya sido suficiente. Por suerte ha sabido dejar la puerta entreabierta. Quizá pueda volver a entrar en un  futuro, o dejarlo salir. Tal vez pueda acabar lo que empezó.

Creo que se aferra a ello y por eso sigue sonriendo. Estúpida. Se resiste a desprenderse de las personas, como se resiste a tirar los bolígrafos sin tinta.

Y al fin después de meses de guerra, sin tregua ni cuártel. Meses en los que el olvidé hasta mi nombre, volvió. Y cayó la tercera. La que me debías. Se hizo de rogar... 

Y no, no fue la vencida. Porque cuando tienes las espectativas tan altas, al final no se cumplen... Y te quedas ahí, arrodillada frente a tus ganas, con surcos en las mejillas, cansada de luchar por nada. Cansada de las bajas, de todos a los que perdiste por aventurarte en una guerra cuya victoria no tenía un fin en sí misma.

Y lo siento por mí, por ti, y por todos... Que lo he intentado hasta no poder más. Y es que ya no puedo ni conmigo, ni sin ti.



Lady Lo

Lady Lo

Entro al Club como cada Jueves por la noche, me acerco a la barra y saludo con entusiasmo a Carl.

  • Lady Lo – Me dice sonriente – Tan espléndida como siempre.
Si. Esa soy yo. Lady Lo... Al menos, lo soy cuando estoy aquí. En casa, o en clase, me llaman simplemente Lolita...

  • En este trabajo no me queda otro remedio... ¿Dónde se ha visto una “acompañante” fea? - Le pregunto irónicamente, haciendo las comillas con los dedos.
  • No estarías fea aunque te lo propusieras, niña.

Carl es casi como un padre para mí. Me cuida mucho... Dentro de lo que cabe... Quizá os preguntéis a qué me dedico... Pues bien, no soy prostituta, si es lo que estáis pensando. Tampoco me desnudo por dinero, ni nada por el estilo. Simplemente, me paseo con hombres bastante mayores, adinerados, de esos a los que les gusta salir con una niña jovencita y coqueta, para presumir ante sus amigotes...

Siendo sinceros, y yo siempre lo soy, no es el trabajo de mis sueños. Pero me ayuda a pagarme los estudios y a distraerme. ¿De qué? Pues no sé, la verdad. Pero me ayuda y punto.

  • ¿Te pongo algo, preciosa? - Me pregunta Carl. Y por priemra vez reparo en él de verdad. Es bastante mayor, está calvo, salvo por una coronilla de pelo gris y despeinado. Está bastante más gordo desde la última vez en que me paré a mirarlo, lleva una camiseta blanca de tirantes y está sucia... Me apena. ¿Pero que puedo hacer yo por él?
  • Carl, sabes que no bebo.
  • Si, si , tienes razón – Me sonríe, tiene los dientes sucios, los que le quedan. Hago una mueca y me voy a cambiarme.

De camino al vestidor me encuentro con Matt, es un anciano amable, nada prepotente, que aveces me pasea por su mansión. Yo soy su “chica de casa” y mi compañera Thalia, una mulata impresionante su “chica de yate” suele llevarla a navegar en verano. Me alegro de no ser yo. El hombre me saluda alzando las cejas y yo sonrío.

En el vestidor está Carmen, hay un montón de ropa por el suelo. Otra vez no sabe que ponerse...

  • Lady Lo – Me dice melosa. Adora mi nombre. Ella aquí, se llama Malika. Está muy solicitada. No es para menos. Yo aveces la envidio... Es preciosa, tiene un cuerpo de infarto... Luego recuerdo como son las cosas aquí y se me pasa...

Yo soy una chica del montón. Muy del montón. No tengo demasiado pecho... Prácticamente no tengo nada. Estoy delgada, si, y tengo caderas. Pero nada por lo que la gente pueda girarse en plena calle como la mayoría de mis compañeras... Pero a pesar de todo, estoy bastante solicitada aquí en el “Club Clab” … Quizá os estéis preguntando por qué... Pues bien, ahí va mi secreto...

La mayoría de mis clientes no son hombres mayores que me pasean como un trofeo, yo soy la “nena de los gays” como me apodó mi odiosa compañera Ave... Que es un nombre que le va ni al pelo, yo la desplumaría sin pensarlo... En fin, que me disperso... Mis clientes suelen ser jóvenes, (más o menos) y casi siempre homoxesuales, muy pudientes, pero con familias dolorosamente conservadoras.
No suelen ser guapos... Tampoco es que me importe, pero es relevante para el relato. Sus familias no esperan que ninguno de ellos llegue a casa con compañeras como Malika ni Thalia, pero yo, parezco tan normal. Tan chica de la cafetería de la esquina, que soy simplemente perfecta para ellos. Fin. Si, mi secreto es ser más normal que la arena en la playa. Eso no es todo, claro, también tengo carisma, saber estar, y esas cosas, pero fisicamente hablando no soy nada. Aunque tampoco me importa demasiado.

De acuerdo con mi agenda, tengo cinco novios; Charles, un niño de mamá que prefiere los videojuegos y el porno gay, pero quiere tener contenta a mamá, yo soy Katia, me conoció en clase de cocina y yo me enamoré locamente de él, su madre no me soporta y eso que he hecho exactamente lo que me pidió él. No entiendo a esta familia (yo los odio a ambos, aunque es el más agraciado), Jules, un informático que se define a sí mismo como asexual, pero que tiene tanto dinero que para tener callados a sus amigos me lleva a sus encuentros para jugar a videojuegos y comer pizza, con él soy María, una chica muy tímida, que adora los videojuegos y el manga, pero es celíaca. Los papeles que me toca interpretar son curiosos, todo peticiones de mis clientes. A veces no sé quién soy... Lo aseguro...

Después están Martín, Andrés y David, los tres parecen cortados con el mismo patrón, homosexuales que no se han atrevido a salir del armario y que me llevan de fiesta en fiesta, de cena en cena, y lo peor de casa en casa... No sabéis lo que es dormir en la habitación de invitados de una casa que no es la tuya, sabiendo que tu cliente está dos habitaciones más allá acostándose con otro tío... La última vez que miré, Andrés y David estaban liados entre sí. Y Martín, estaba a punto de desechar mis servicios. Decía que quería salir del armario... Espero que le vaya bien. Siempre me traía el desayuno a la cama, y me contaba muchísimos chismes. Son divertidos. Todos ellos, bueno... Charles no.

  • Malika, ¿Qué es todo este desorden? - Digo con una sonrisa mientras recojo una camisa rosa del suelo y la deposito sobre la cama con cuidado.
  • ¿No lo sabes?
  • ¿El qué?
  • ¡Ay, Dios! ¡No lo sabes!
  • ¿Qué, qué no sé?

En ese momento Danielle, más conocida como Jey-Jey (no preguntéis por qué), entra mascando chicle, pdio esa costumbre suya.

  • Nuevo cliente a la vista, nena – Hace una pompa con el chicle – Dicen que es guapísimo y uno de los más adinerados que han pasado por aquí. Y, lo más grande, NO – ES – GAY.
  • Todos nuestros clientes son adinerados, y si no es gay, algo debe tener, sino, no estaría aquí.
  • Lady Lo – Dice Jey-Jey – Que sosa eres, como se nota que no tienes que tratar con los viejales, siempre quieren tocar más de la cuenta.

En ese momento llega Eme, el jefe del Club Clab.

  • Chicas, ¿Estáis presentables?
  • ¡Cómo si te importara! - Respondo burlona.
  • MI LADY LO – Entra, sin esperar respuesta de las demás y me abraza con fuerza. - Que guapa estás, muñeca – Dice, y me besa en la mejilla.

Eme, siempre me ha cuidado bien, desde que llegué, es como un hermano para mí, tiene como unos diez u once años más que yo. Y me trata como si fuese una muñeca, de hecho me suele llamar así.

  • ¿Estáis listas? Vais a conocer a Vladimir Broody. - Trato de hablar pero me lo impide – Salid fuera. En formación, ya, ya ya. Lo siento, Lo...
  • No me llames, Lo, nunca.
  • Perdona “Lady Lo” - Dice – Esto es muy importante para el Club.

Salimos de los vestuarios y entramos a la sala VIP. Hay moquetas rojas y moradas. Con poca ropa están allí “Caramelito”, “Boom Boom”, “Chantelle” y nos incorporamos “Jay – Jay”, “Malika” y yo. La verdad es que por un momento no sé que hago allí. Son todas las “chicas explosivas” y yo formo parte de otro mundillo. Son todas altas y esbeltas... Y yo con mi metro sesenta y tres... No pinto mucho. Pero no hago ningún comentario al respecto.

En ese momento, un hombre guapo, trajeado, entra por la puerta. Lo miro de arriba abajo, tiene el pelo peinado hacia atrás, los ojos claros y sonrisa de anuncio. Pienso que es de los míos, los del armario. Pero me han dicho que no, así que dudo.

  • Señor Broody – Dice Eme – Estás son mis mejores chicas. Espero que alguna pueda serle útil.

Odio cuando me hace sentir como un objeto. Soy una persona. Vale que mi trabajo sea poco ortodoxo... Pero sigo respirando, o eso creo. Desde que ha entrado este hombre... Me siento rara.

  • Son todas preciosas – Dice. Y yo vuelvo a pensar que es gay – ¿Tienen nombre?

Uno a uno, vamos diciendo nuestros nombres, y ahora que los oigo uno tras otro, todos me suenan ridículos... Y no quiero que llegue mi turno.

  • ¿Y tú eres? - Dice mirándome a los ojos.
  • Lady Lo.
  • Lady Lo – Repite serio. Y de repente sonríe, como si fuese lo más ingenioso que ha oído en su vida. - Te quiero a ti.

Y yo busco a Eme.

  • Gran elección – Dice.

Y tengo un buen presentimiento.

Unas hora después todos los trámites están hechos y me quedo a solas con él.

  • Bueno, Lady Lo, ¿Cómo te llamas?
  • Como usted quiera.
  • Tutéame, soy Vladimir... ¿Cómo yo quiera? Bueno... Quiero que te llames, como te pusieron tus padres.
  • Uy, no – Digo, y trato de ser lo menos ruda posible – No me gusta trabajar con mi verdadero nombre. Usar pseudónimos me ayuda a distanciarme.
  • Curioso – Dice llevándose un dedo a la barbilla. - Y si pudiéras elegir un nombre ¿Cuál sería?
  • Vladimir, yo trabajo a mi manera - Digo, tratándo de parecer profesional – Usted me dice que servicio necesita y me proporciona un nombre. A partir de ahí yo creo un perfil.
  • Me gustas. Eres directa. Te lo tomas en serio, así que te diré la verdad. Pero sólo debes saberla tú, me tomo muy en serio todo esto.
  • La confidencialidad es algo que llevo muy bien.
  • Solo puedo decirte que mi trabajo está en juego, y no no puedo decirte a qué me dedico.
  • No pensaba preguntar.
  • Necesito que seas mi pareja en algunos eventos. Te llamarás Capriccio Jones.
  • ¿Capriccio?
  • ¿Qué pasa?
  • Suena a nombre de una de mis compañeras.
  • ¿Se te ocurre algo mejor?
  • Amanda.
  • ¿Amanda Jones? Me gusta.


Así cerramos el trato. 
Y por primera vez desde que entré a trabajar, sentía auténtica curiosidad por alguien.


PD: En un principio, esto no iba a ser más que un relato corto, pero a medida que he ido escribiéndo me he enganchado a la historia, y se me ha ocurrido una trama, que creo puede estar bastante interesante. Así que muy atentos al futuro de "Lady Lo".

El relato se llamará Serendipia, y muy muy pronto os traeré la Sinopsis. 



Tengo el problema para el resultado


Quiero soñar que me pierdo en tus ojos, quiero escribir tu nombre aunque aún no me lo sepa, escribirlo letra a letra en la arena de las playas de Málaga. Quiero escribirlo en el cielo, y en el infinito espacio uniendo estrellas. Quiero tumbarme en la nieve de alguna montaña y que se derrita bajo nosotros cuando tú, a mi lado, me beses.

Quiero despertarme pensando en ti cada mañana, sabiéndote mío. Y acostarme con tu recuerdo perennemente aferrado a mi insomnio. Quiero saber el sabor de tus besos. Averiguar si tus ojos cambian de color dependiendo de la hora del día, de la estación del año, de la luz de la habitación. Quiero conocer tus enfados, y sacarte sonrisas. Alegrarte los lunes, los martes, los miércoles, los jueves y los viernes, y dejar el fin de semana para quererte un poquito más.
Ya no me importa reconocer que no eres sólo un capricho de estación, no me importa que sepan que soy capaz de todo, si tú me dejas. Porque el valor que perdí, me ha encontrado. Porque los sueños que tuve, me han propuesto hacerse realidad.

No pasa un día, sin que me acuerde de ti. Aunque sólo sea un poco. Y no me importa que me tachen de loca. Me da igual. Ya no me asusta que no crean en mí, que todas las apuestas jueguen en mi contra. Que las estadísticas me sean infieles- Porque tengo un buen presentimiento. Porque he hecho cálculos y el treinta, es nuestro día. Porque durante cuatro meses te estuve esperando, sentada al borde de mi propio abismo, luchando por no caer. Y cuatro días pude verte. Y de nuevo te vas. Y ahora el precipicio ha crecido y yo me siento pequeña.

Y no quiero volver a esperar, porque ya desespero. Pero si no me queda más remedio, volveré a aferrarme a mis ganas. Volveré a soportarlo.

Porque mientras haya alguien diciendo que no puedo conseguirlo, habrá aunque sólo sea una mínima opotunidad, por pequeña que sea, de cerrarle la boca.


Sálvame tú

Y bebí.
Bebí mucho. Pero no para olvidarte.
Sino para olvidar el miedo.
Y seguí bebiendo, no para borrarte.
Sino para que ardiese más el fuego.
Para cauterizar las heridas que me dejó la cobardía.
Para cicatrizar más rápido los cortes,
y poder volver cuanto antes a la guerra.
Y seguí bebiendo, para jurarme que a la tercera iría la vencida.
Y bebí otra vez, para ser capaz de reirme de mis errores,
esos que tanto duelen aveces.
Y por último, bebí por quinta vez,
para anestesiarme, para dormir a la bestia.
Y a las seis y media de la madrugada. 
acabé echando del cuerpo aquello que me hacía daño,
y al fin conseguí dormir.
Y no soñé, amor.

Que tengas un Feliz Año nuevo, (conmigo).

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