La Suerte de Trece X

Capítulo X
Día Ocho, Caricias bajo la piel.

No puedo moverme de la cama sin que el dolor me abata, no puedo aguantar el fuego que hace arder cada milímetro de mi cuerpo. Me mira preocupado, pero sabe que no puede hacer nada por mí. Aún así no cesa en su empeño de hacerme más llevadero el calvario. Sé que en el fondo se culpa, aunque no me lo diga porque sabe que le pediré que no piense eso. 
-Mis días están contados - Digo en un tono de voz casi inaudible.
-No digas eso.
-Los dos lo sabemos. Evitar hablar del tema no hará desaparecer el problema.
El silencio inunda la habitación, por primera vez desde que estoy con él que hay un silencio incómodo, apagado, que convierte la estancia en un lugar desolador. Es como si de una vez por todas hubiesemos caído en la cuenta de que la muerte está tras la puerta de la habitación, esperando su turno para entrar, para llevarme con ella a un lugar inhóspito. Desconocido. Aterrador, en cualquier caso y de cualquier modo.
Tengo miedo de irme sin llegar a expresar lo que siento, no quiero abandonar este mundo sin que él sepa todo lo que he llegado a sentir. No puedo marcharme sin confesarle que no sé exactamene en que momento, ni cuales fueron las palabras, pero que me he enamorado de él y que lo que siento es tan fuerte que me oprime el pecho, y me hace necesitarlo a cada instante.
Trato de hablar, pero el nudo que se ha instalado en mi garganta es como un aviso, si se me ocurre enlazar algunas palabras y consigo a duras penas construir una frase legible, de mis ojos brotaran las lágrimas como si de una cascada se tratase. Y no es eso lo que quiero, mis últimos días no pueden convertirse en una lacrimógena sarta de cursilerias. Deben ser especiales, únicos. Debo irme de este mundo con una sonrisa y que Wilhem sepa que hizo más por mí de lo que podría haber deseado.
Se incorpora de la cama, y se va sin mediar palabra. Me quedo un poco fría, y tengo miedo de haber dicho algo que pueda  haberlo mlestado lo suficiente como para que se marche y no vuelva. 
Me quedo ahí un poco hecha un lío. Demasiado débil como para salir a buscarlo. Me hago un ovillo y me escondo bajo las sábanas, ahora ya no sé que pienso ni que siento. Tengo náuseas, y la cabeza me da vueltas, ¿Es el fármaco? ¿Se me acaban los minutos? ¿Qué me está pasando?
Oigo como se abre la puerta.
-¿Trece que te pasa? ¿Estás bien? - Oigo como Wilhem se apresura a acercarse a la cama, me aparta la sábana, y me acaricia la cabeza  con cuidado - Trece, estás temblando - Me dice.
Pero yo no puedo responderle, trato de hablar pero sólo consigo balbucear, de mi garganta solo salen gruñidos desgastados. No soy consciente del todo de lo que pasa en la habitación, pero noto que me levanta en brazos, en un momento dejo de sentir el mullido colchón para estar colgando en sus brazos, son fuertes y me sujeta con firmeza. A pesar del mareo que siento, deseo que no me suelte. Me lleva al baño, me pone la mano en la frente y supongo que tengo fiebre, aunque no oigo lo qu eha dicho porque me pitan los oídos, es una sensacion muy molesta y pienso que me van a estallar los tímpanos, pero eso no ocurre.
Wilhem se convierte en una especie de sombra vaga, que se mueve de un lado al otro, no puedo verlo con nítidez y eso me molesta. Me mete en la bañera con la ropa y abre el grifo, noto el agua fría, está tan helada que hasta siento como me cala los huesos. Wilhem me habla pero no entiendo lo que me dice, creo que me anima a luchar, que me suplica que no lo abandone. Poco a poco empiezo a cobrar la consciencia, capto los colores, empiezo a reconocerlo, su cara se vuelve más y más clara a medida que pasan los minutos. Alzo la mano, y le acaraicio la mejilla, me esfuerzo en mantener los ojos abiertos, ya no me pesan tanto los párpados.
Tengo el camisón completamente pegado al cuerpo, estoy congelada y empiezo a temblar. Coge unas toallas y me las acerca. Noto como vuelvo a cobrar el control de mi cuerpo y estiro el brazo para coger las toallas, él se gira mientras yo me quito el camisón empapado y lo dejo a un lado, me seco con las toallas. Cada movimiento es una tortura, me envuelvo con ellas y salgo de la bañera muy despacio.
-Trece, me has asustado- dice sujetándome por los hombros aún humedecidos. 
No me salen las palabras. No sé como disculparme con él, así que lo beso. Y el sonríe. Supongo que me ha perdonado.


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PD: Mañana nueva entrega de "Correspondencia Ajena".

6 comentarios:

  1. Un susto que podría haber acabado fatal, aunque por suerte no ha sido así jajaja.
    Un besito.

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  2. En este capítulo (ya me he puesto al día) he visto algo que no te voy a decir hasta que no llegue el momento, porque puede ser que me equivoque en la interpretación, pero si te puedo decir que tiene que ver con la voz que narra, y ya te contaré cuando llegue el momento ^_^.

    Este capítulo derrama angustia, incertidumbre y casi, casi, derrota. Pero no una derrota dolorosa, como lo muestra esta frase "no quiero abandonar este mundo sin que él sepa todo lo que he llegado a sentir". Es como el que cumple una misión y se retira a descansar. Si tiene que irse, al menos, quiere dejar esa huella de que el tiempo que estuvo, fue importante para ella y para él. Y quizá la palabra no sea derrota, simplemente, ceder a las fuerzas que son superiores a nosotros, y las fuerzas que malgastaremos en esa pelea inútil, las usa para dejar constancias de que lo ha llegado a sentir, como el mejor regalo de despedida que puede hacerse.

    Que tengas una semana que comienza llena de cosas bonitas. Un besito grande ^_^.

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  3. Tengo miedo, la verdad es que mi parte de bióloga quiere saber qué clase de fármaco le ha inyectado y lo que le va a pasar a Trece. Y tengo un mal presentimiento (peor que los de siempre) pero me voy a callar de momento no vaya a spoilearme yo misma jaja.
    A ver si ocurre un milagro y trece no tiene los días contados... ojalá.
    ¡Un besín!

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  4. ¡Hola!
    Al leer me has tenido en una tensión constante, está muy bien escrito!
    ¡Besos!

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