La Suerte de Trece XI

Capítulo XI.
Día Nueve, Un beso de Amor Verdadero.

Me ayuda a volver a la cama, me pregunta si me apetece tomar algo y niego con la cabeza. Me arropa con cuidado. Aprovecho ahora que estoy cubierta con las sábanas para quitarme la toalla. Me mira y enarca las cejas.
-¿Estás...?
-Si - Respondo.
-Oh... Vaya...
He dejado al doctor sin palabras, no me había pasado en todo el tiempo que llevamos juntos. Sonrío y él me mira inquisitivo, no puede predecir mi próximo movimiento lo he dejado en blanco. 
- ¿Por qué no te tumbas aquí conmigo?
Noto como se ruboriza, por una vez no soy yo. Sienta bien. Me muevo un poco en la cama para dejarle espacio, y se acerca. Se queda recostado a mi lado, y juega con mi pelo. Me acaricia la frente con delicadeza, y me aparta un mechón de pelo de la cara. Nos quedamos así, muy juntos, muy cerca. Respirando el mismo aire, compartiendo el oxígeno. Parece como si nos necesitásemos para seguir viviendo. Noto como vuelven las mariposas de mi estómago, las imagino revoloteando, desquiciadas, suplicando a gritos lo que yo no soy capaz de pedirle. Y pasa. Nos besamos. Y esta vez, esta vez es mucho más fuerte que en el salón de baile. Mucho más sincero. Mucho más real.
Y se prolonga, y se convierte en el momento más feliz de mi vida, de mi nueva vida, de la vida de Trece. Trece que nació sin suerte en un campo de concentración el día que Anava murió, Trece, el nombre con el que me bautizó él. Trece y su suerte. A punto de morir y más feliz que nunca.
Cuando nos separamos, se produce una extraña reacción y es que no pasa una milésima de segundo antes de que vuelva a besarlo. Porque es una necesidad como si mis labios y sus labios fuesen imanes de polos opuestos, una atracción que era imposible evitar.
Esta vez, cuando acaba ese momento, lo miro a los ojos, lo miro como jamás en mi vida he mirado a nadie, y él me mira como si jamás quisiera volver a mirar a nadie. 
Hablamos mucho aquella tarde, nos besamos mucho. Lo que más lamento es no haberlo hecho antes. Porque nunca antes me había sentido así. Porque él me hizo rozar las nubes, porque tenía las dos estrellas más bonitas del firmamento en los ojos, porque el brillo de su sonrisa habría eclipsado a la luna. Porque a estas alturas de mi corta vida, había conseguido enamorarme. 
Descubrí que el amor, es ciego de verdad, que no entiende de razas ni religiones, de edades, ni de cultos. Cuando te enamoras no tienes escapatoria, estás perdido. Perdido en el pelo de otra persona, enredado en su sonrisa, ahogado en sus ojos. Colgando de unas manos que no son las tuyas. 
Y es que él tenía la capacidad de volverme loca con una mirada, él podía besarme y hacer que olvidara todo lo malo, que no era poco. Sólo él sabía hacer noches eternas, y días infinitos. Porque al principio contaba los días desde que llegué del campo de concentración y él ha hecho que esos recuerdos parezcan una simple pesadilla, como si no hubiese sido real. Como si siempre hubiéramos estado juntos. 
- Wilhem... No sé si hay algo que tú no puedas hacer- Dije y de nuevo volví a besarlo como si el fin del mundo estuviese cerca.
En realidad podría haberlo estado, porque en el momento en el que lo besé un ruido sordo entró por la ventana de la habitación haciendo retumbar la estancia. Una bomba. Están bombardeando. El sonido me recuerda al principio de la guerra, los malos recuerdos vuelven, pero no por mucho tiempo. Wilhem me sostiene el cuello y me obliga a mirarlo.
-Esta vez es distinto - Me dice - Yo estoy contigo y voy a protegerte.
Ya no tengo miedo. Ya no estoy sola. El mundo puede ser un lugar horrible, hasta que encuentras a alguien que te protege de él. Que te enseña a disfrutar de las cosas pequeñas. Que te hace ver que también tiene sus cosas buenas.
Uno, dos, tres, cuatro, y hasta cinco besos de amor verdadero en una sola noche. Ha cumplido su promesa. La ha cumplido con creces.





¿Me ayudas con mi blog? Son sólo unos minutos ¡AYÚDAME CON MI BLOG! (Click)

6 comentarios:

  1. ¡Que bonito por favor! me encanta, sigue escribiendo así.
    ¡Besos!

    ResponderEliminar
  2. Leyendo este capítulo he visto muy bien reflejada una técnica de escritura creativa que enseñan en los talleres, que en mi opinión sirven de muy poco, y es que hay que hacer ver. Trece puede decirle a Whilem "te amo" y se entiende, pero es mucho más bonito ver ese amor en los besos, en las miradas, en el roce del pelo, en la protección... Y ahí lo has bordado, Ana Belén. Me ha gustado mucho como has dibujado el amor en esos detalles, en las cosas pequeñas, como dice Trece que ha aprendido a disfrutar.

    Cuando te enamoras es cierto que no hay escapatoria, porque aunque huyas, ese amor estará contigo varios días. Y mientras sea correspondido, es lo mejor que te puede pasar, pero como no lo sea... lo dicho, hay que huir, intentar poner distancia y que el silencio haga cicatrices en el dolor de querer proteger a alguien y que ese alguien no quiera que seas tú el que lo proteja. Es su parte más cruel, que por fortuna, aquí no la vemos, a pesar de las dudas y a pesar de la situación.

    Genial, como siempre. Enhorabuena.

    Un besito grande y que tengas una tarde llena de cosas bonitas ^_^.

    ResponderEliminar
  3. Un blog muy original y diferente al de la mayoría. Yo te sigo también. Saludos!!!!

    ResponderEliminar
  4. Es cierto que cuando encontramos esa persona que se convierte en nuestro escudo (por puro amor/amar), le vemos al mundo y a la vida, más cosas bellas. Ya estamos ptotegidos, ya nada puede ir tan mal....

    Seguiremos expectantes.
    Muassssssss!

    ResponderEliminar
  5. Los pelos de punta. Tengo miedo, pero me ha encantado. Ahora no quiero leer esta historia jajaja. Tengo mimos y echo de menos a mi bicho. Ains...
    ¡Un besín!

    ResponderEliminar

Leo todos los comentarios y trato de contestar a todos los que puedo. Gracias por dejar tu opinión, valoro mucho que inviertas tu tiempo en leer mis entradas y comentarlas. Si quieres dejar el enlace de tu página estaré encantada de echarle un vistazo.